Poco antes de morir, Tony Judt publicó una serie de ensayos, en un volumen titulado Ill Fares the Land (2009), que rescató Taurus con el título de Algo anda mal. Eran los años posteriores a la crisis financiera global de 2008 y Judt advertía el declive de las políticas neoliberales y la recuperación del rol del Estado en la economía y el reparto de derechos sociales. Como en los tiempos de la gran depresión de los años 30, era la hora de la vuelta a Keynes y de la reivindicación de la tradición socialdemócrata.
Judt lamentaba los fuertes prejuicios contra la socialdemocracia en Estados Unidos, provenientes tanto de la derecha neoliberal como de la izquierda radical. Aquellos apuntes de hace diez años parecen escritos para el nuevo capítulo de la crisis capitalista global que se expande por el planeta a partir de la pandemia del coronavirus. Y muchas de las críticas de Judt al rechazo a la socialdemocracia en Estados Unidos son válidas también para México y América Latina.
De este lado de la frontera también se desató un triunfalismo promercado después de la caída del Muro de Berlín y la descomposición de la URSS en los años 90. Las alternativas anti-neoliberales que se propagaron en la región en la década siguiente movieron demasiado el péndulo hacia políticas estadocéntricas y neopopulistas, que comprometieron, en algunos casos —no en todos—, el crecimiento económico. En la pugna entre el neoliberalismo y el neopopulismo, la opción socialdemócrata se dio por cancelada.
Durante décadas, en el México postcardenista de la Guerra Fría, la clase política priista fue muy dada a formular su doctrina como “liberalismo social”. La plasmación más nítida de esa tesis se encuentra en la trilogía El liberalismo mexicano (1974) de Jesús Reyes Heroles, quien fuera presidente del PRI durante el gobierno de Luis Echeverría y luego Secretario de Gobernación con José López Portillo y de Educación con Miguel de la Madrid.
El liberalismo social de Reyes Heroles, como ha documentado el académico José Antonio Aguilar, era una suerte de ideología nacional, discernible desde el cura Hidalgo hasta Lázaro Cárdenas, que orientaba las premisas del gobierno representativo y el orden constitucional a favor de los derechos sociales. En pocas palabras, liberalismo social, en tanto doctrina del PRI, era otra forma de llamarle al nacionalismo revolucionario. Tan poderosa llegó a ser esa formulación que cuando Carlos Salinas de Gortari emprendió sus reformas neoliberales, en los 90, las justificó con la tesis de Reyes Heroles.
La terrible recesión económica que está generando la pandemia sería un momento propicio para regresar a aquellas ideas. No pocos gobiernos de la región están volviendo al repertorio del populismo clásico, desde las condiciones más claramente democráticas y aperturistas del siglo XXI. Pero nadie parece hablar ya de liberalismo social en México, ni en Morena, el PRD o el PAN. Ni siquiera en el PRI.