Revanchas del pasado en Guatemala

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La primera vuelta electoral en Guatemala dejó por momentos la sensación de un país atrapado por su pasado. Tres candidatos, Sandra Torres, Bernardo Arévalo y Zury Ríos, tenían conexiones directas con periodos decisivos de la historia guatemalteca, y otros tres, Manuel Conde, Armando Castillo y Edmond Mulet, han ocupado cargos importantes en los últimos gobiernos de ese país centroamericano.

Torres, vencedora con un 15 por ciento de los votos, estuvo casada con Álvaro Colom, presidente de la república entre 2008 y 2012. Su partido, la Unión Nacional Esperanza, es el mismo que llevó al poder a Colom. Poco antes del fin del mandato de su esposo, Torres intentó postularse como candidata por la UNE, pero su candidatura fue impugnada por la prohibición constitucional de que familiares del presidente intenten sucederlo.

La política volvió a lanzar su candidatura presidencial, cuatro años después, en 2015, pero fue derrotada por el actor Jimmy Morales. En 2019, una vez más, la dirigente de la UNE logró candidatearse y perdió frente a Alejandro Giammattei, hoy mandatario saliente. Torres iría por su cuarto intento de llegar a la presidencia y se enfrenta ahora, no sólo a políticos de larga data como Conde y Castillo, sino a la ascendente campaña de Bernardo Arévalo.

Hijo del mítico presidente Juan José Arévalo, quien gobernó Guatemala en el arranque de la Guerra Fría y cedió el poder a Jacobo Arbenz, este sociólogo y diplomático, nacido en 1958, no es un desconocido en la vida política de su país. Es diputado por el Movimiento Semilla, mezcla de socialdemocracia, ecologismo y progresismo, y ha sido viceministro de Relaciones Exteriores y embajador en España.

Arévalo alcanzó cerca de un 12 por ciento en la primera vuelta y dejó muy atrás a Zury Ríos, quien en algún momento sonó entre la segunda y tercera posición en las encuestas. Ríos es la hija del dictador Efraín Ríos Montt, quien encabezara el golpe de Estado de 1982 y fuera responsable de masacres durante la contrainsurgencia militar de aquella década. Durante la campaña presidencial, la candidata defendió la memoria de su padre.

Las candidaturas de Arévalo y Ríos movilizaron dos legados de la Guatemala de la Guerra Fría: uno reivindica la revolución y el otro la dictadura. Si, como parece indicar, la segunda vuelta se centra en Torres y Arévalo, las alternativas estarían entre un regreso al statu quo anterior al deterioro autoritario y corrupto de los gobiernos de Otto Pérez Molina, Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, y un avance hacia un mayor compromiso con la democracia y contra la impunidad.

Como quiera que se vea, es buena noticia para la política guatemalteca después de una década en que ha predominado el militarismo y la corrupción. Entre Pérez Molina y Giammattei no sólo fue evidente el aumento del gasto público en defensa sino un abuso de métodos de “prevención” criminal y migratoria, cercanos al estado de emergencia y la criminalización de la protesta.

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