Una flota de guerra del gobierno de Rusia, que incluyó una fragata, dos naves logísticas y un submarino de propulsión nuclear, estuvo fondeada durante una semana en el puerto de La Habana. No es primera vez que se siente la renovada presencia militar rusa, ni es raro que esa autodenominada “maniobra naval de paz” coincida con otras de Estados Unidos, Canadá y Venezuela en ese puerto del Caribe.
Se trata de todo un sistema de órdagos o señales nostálgicas de la Guerra Fría que, de tiempo en tiempo, activan gobiernos interesados en que el mundo se divida claramente en dos bandos. Ya sabemos que la política y, específicamente, la geopolítica son continuaciones de la guerra por otros medios. En tiempos de guerras simultáneas, en Ucrania y Gaza, los intentos de multiplicar o amplificar conflictos se vuelven más perceptibles.
Varios líderes rusos (Putin, Zajarova, Peskov y Lavrov) se han referido, desde que comenzó la invasión a Ucrania, a casos hipotéticos en los que el Kremlin reforzaría su presencia militar en Cuba, la frontera de México con Estados Unidos o las islas Malvinas. Esas declaraciones funcionan como amagos o trampantojos de coyunturas inflamables.
El paso de la flotilla rusa por el puerto de La Habana va un poco más allá y raya en la provocación. Es una verdadera suerte de que, a pesar de los llamados de sectores belicistas en la opinión pública de Estados Unidos, la provocación no surtiera efecto. Pero el hecho se presta a una capitalación mediática en la que confluyen el gobierno cubano y sus aliados en América Latina, sin descartar periódicos mexicanos.
El pasado domingo, uno de ellos presentaba una foto del submarino Kazán visto desde el malecón habanero por una hilera de pioneros cubanos. El texto trasmitía el mensaje de que el pueblo de la isla saludaba o celebraba el arribo del submarino, tal y como en los tiempos de la URSS y los socialismos reales de Europa del Este se agradecía el subsidio soviético, que permitió a la economía y la sociedad cubanas alcanzar los mayores niveles de ingresos y, también, sus políticas sociales más exitosas, entre los años 70 y 80 del pasado siglo.
Sin embargo, en las últimas semanas hemos visto desfilar por el Malecón habanero a decenas de cubanos con sus iPhones, y lo cierto es que sus testimonios en Instagram, Facebook y X no siempre son de gratitud o conformidad con la presencia de la flota rusa. Muchos han recordado las intervenciones militares de Estados Unidos, sobre todo, en la primera mitad del siglo XX, y no pocos han demandado al gobierno cubano no frivolizar o exotizar la situación.
La misma demanda podría hacerse a quienes, desde México, alientan el rejuego geopolítico de La Habana, mientras suscriben la diplomacia contenida de su propio gobierno. No habría que olvidar que ese espectáculo naval en el Caribe tiene como telón de fondo una guerra atroz, cuyas víctimas, hace unos meses, se calculaban en más de 500 000 entre rusos y ucranianos