Un libro publicado en Argentina, y coordinado por el sociólogo Pablo Semán, presenta el fenómeno Milei como algo más serio de lo que proyectan los medios de la región. Los colaboradores del volumen Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir (Siglo XXI, 2023) se niegan a reducir el fenómeno a su líder voluntarioso e impredecible y van a las bases sociales del descontento con los últimos gobiernos macristas y kirchneristas.
Sergio Morresi y Martín Vicente destacan esto último: el hartazgo que reflejó el triunfo de Milei no era únicamente con el kirchnerismo, mucho menos con el peronismo que siempre ha sido una matriz más amplia y mutante, sino con toda la clase política argentina, incluida la del neoliberalismo tecnocrático más tradicional. La “construcción libertaria” avanzó a través de una “grieta dentro de la grieta”, es decir, por un flanco de la derecha radicalizada.
Más allá de las buenas o malas lecturas que Milei y su maestro Alberto Benegas Lynch hayan hecho de Murray Rothbard, la identidad ideológica libertaria o “minarquista” (reducción del Estado al mínimo) de esa derecha es real. Pero se trata de un “minarquismo” mezclado con un populismo conservador (patriarcal, chovinista, insultante, polarizador), que, como Donald Trump en Estados Unidos, cataliza el malestar de una sociedad golpeada por la inflación y el empobrecimiento.
Cuenta otro de los autores, Ezequiel Saferstein, que Milei leyó como revelaciones o epifanías los textos de Rothbard de los 80, en los que el anarcocapitalismo ya estaba incorporado a la prédica neoconservadora de la derecha estadounidense. Lo que hace el líder de La Libertad Avanza es reencapsular esas ideas en una incorrección política, bien escenificada en las redes sociales y las nuevas tecnologías.
De algunos influencers y activistas del anti-izquierdismo como Agustín Laje, Álvaro Zicarelli y Nicolás Márquez, que tienen sus equivalentes y redes en Chile y Brasil, Milei tomó la idea de que una “batalla cultural contra los zurdos” era rentable en Argentina. La guerra cultural en las redes señaló como enemigos a la clase política argentina, pero también a causas progresistas globales como el feminismo, el ambientalismo, el antirracismo y la extensión de derechos sociales.
Otros autores reunidos en el libro como Melina Vázquez y Nicolás Welschinger dan cuenta del aterrizaje de aquella estrategia mediática en sectores del electorado argentino, especialmente, en la juventud masculina pobre, de clase media baja y del segmento de los emprendedores y operadores de negocios en línea. En esa franja social, especialmente sofocada por los altos precios y los bajos ingresos, el programa de Milei encontró su plataforma de lanzamiento.
Los autores llaman “mejorismo” —tal vez un sucedáneo de lo que en otros países se llama “aspiracionismo”— a una corriente de hábitos y expectativas, dentro de ese sector social, que habría sido fundamental en la recepción positiva del mensaje de Milei. En el encuentro de esa base social y los operadores del mileísmo estaría la clave del ascenso electoral que resultó en el 56% de votos a favor del nuevo presidente.
No niegan los autores que esta nueva derecha es un fenómeno argentino y global. Tampoco descartan los rasgos comunes que pueden advertirse en otros proyectos políticos europeos y americanos, como los de Trump y Bolsonaro, Le Pen y Salvini. Milei circulaba en esas redes desde mucho antes de postularse y ha sido arropado por las mismas luego de su triunfo.
Pero ponen el énfasis en las claves sociológicas de un electorado que ha ejercido el sufragio por motivos estructurales y coyunturales. La solidez de ese electorado ya se resiente, mientras Milei, sin un fuerte soporte partidista y legislativo, parece atizar o no contener sus fricciones con las provincias y la sociedad civil.