La llegada de Javier Milei y La Libertad Avanza a la Casa Rosada, en Buenos Aires, es un paso hacia la naturalización de nuevas derechas en las Américas. Esas derechas ya gobernaron en los dos países más poblados del continente: con Donald Trump en Estados Unidos y con Jair Bolsonaro en Brasil. De algún modo, lo hacen El Salvador con Nayib Bukele, y ahora lo harán en Argentina.
Son nuevas estas derechas porque se diferencian de las anteriores, asociables al liberalismo democrático o al conservadurismo cristiano, por su mayor aproximación al autoritarismo. Trump y Bolsonaro dieron buenas muestras de esa aproximación, con sus respectivos asaltos a los congresos, pero también por una deliberada incorrección política que introdujo pautas antidemocráticas en un discurso teñido de racismo, xenofobia, misoginia, machismo y otras formas de exclusión.
Milei se autodefine como libertario y no habría por qué descartar el término de entrada. El libertarismo o libertarianismo es una corriente teórica, emparentada con el liberalismo, pero con sus propios acentos. Los libertarios de la línea de Ludwig von Mises son profundamente individualistas, rechazan el Estado, especialmente en sus roles fiscales y redistributivos, y, en buena medida, se colocan en las antípodas de liberales sociales como John Rawls, Amartya Sen o Martha Nussbaum.
Muchos libertarios son, en la práctica, neoliberales radicales, y es justo en el neoliberalismo, como política económica, donde se encuentran con las derechas más tradicionales. El respaldo que han dado los republicanos a Trump en Estados Unidos, los conservadores brasileños a Bolsonaro y los seguidores de Macri y Bullrich a Milei, parte de ese consenso neoliberal.
Sin embargo, Milei se distingue de aquella derecha argentina, que gobernó entre 2015 y 2019, por propuestas más extremistas en términos de contracción del Estado, ajuste y dolarización. También se distingue por un estilo abiertamente polarizador y ofensivo, que por algo le ha ganado simpatías enfáticas del español Santiago Abascal y la italiana Giorgia Meloni, quien ha destacado “valores comunes” con el proyecto de Milei.
El presidente libertario y la derecha tradicional argentina se necesitan mutuamente. En los meses próximos se verá qué tanto puede Milei hegemonizar ese campo político. La profundidad de las reformas estructurales prometidas dependerá, justamente, de esa transacción. Algunas como la ruptura con China o la eliminación del Banco Central parecen abandonadas de facto.
Lo cierto es que, como ha comentado Martín Rodríguez, Milei supo capitalizar la “grieta” y la “inflación cívica” de los argentinos. En sectores del kirchnerismo y sus aliados latinoamericanos predomina el relato de que la crisis económica es obra de la deuda del gobierno de Macri con el FMI. Pero el malestar, por lo visto, es más profundo y apunta a la responsabilidad de la izquierda gobernante en las dos últimas décadas.