Un verano de vértigo

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Una foto ilustrativa de un mapa de Europa
Una foto ilustrativa de un mapa de EuropaFoto: Pixabay
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Este verano se juntaron varios procesos electorales en el mundo, que acrecentaron las incertidumbres sobre la marcha global. El ascenso de derechas ubicadas más allá de los patrones conservadores o liberales heredados de fines del siglo XX ha puesto en vilo algunos espacios de esas contiendas, especialmente en la Unión Europea, Gran Bretaña y Francia.

Hace poco más de un mes no era descartable la emergencia de mayorías parlamentarias controladas por esas derechas en Estrasburgo, Bruselas, Londres o París. No faltaron los pronósticos alarmistas, que invitaron a pensar en una reedición histórica de la encrucijada de hace un siglo, cuando arrancaron los fascismos europeos y la democracia liberal entró en una crisis que muchos creyeron definitiva.

En contra del llamado del historiador italiano Emilio Gentile, en Quién es fascista (2019), a evitar el abuso de un término con un contenido histórico preciso, se han multiplicado las asociaciones de las nuevas derechas con modalidades del fascismo. El origen de esas asociaciones reside en que muchos de los rasgos que identifican a las nuevas derechas (nativismo, xenofobia, racismo, proteccionismo, antiliberalismo, anticomunismo…) estaban presentes en los fascismos de hace un siglo, aunque de una manera más orgánicamente contrapuesta a la democracia.

Al final, las derechas más tradicionales, los centros y las izquierdas han impedido un giro que habría puesto en peligro algunos consensos básicos en torno a la democracia, la integración y el libre comercio, que dieron forma al Occidente posterior a la caída del Muro de Berlín. Los nuevos equilibrios en Europa no favorecen a Viktor Orbán ni a Vladimir Putin, dos líderes que abiertamente apuestan a la fractura del proyecto de integración.

En el parlamento europeo, izquierdistas, verdes, socialistas, progresistas, liberales y populares aislaron a las derechas más extremistas. A partir de la nueva configuración, la alemana Ursula von der Leyen, del Partido Popular Europeo, ha sido reelecta por otros cinco años como presidenta del Consejo de la Unión.

En Gran Bretaña, los laboristas lograron una supermayoría sólo comparable a la de Tony Blair en los años 90 del pasado siglo. El nuevo primer ministro, Keir Starmer, que reemplazó a Jeremy Corbyn al frente del histórico partido progresista del Reino Unido, ha anunciado un relanzamiento de sus relaciones con Europa y ha reafirmado los valores liberales y de respeto a los derechos humanos de la izquierda democrática.

En Francia, tras una primera vuelta que dio el triunfo a Marine Le Pen, Jordan Bardella y la Agrupación Nacional, una formación históricamente localizada en la región maximalista de las derechas europeas, se produjo un reacomodo en la segunda vuelta. Entre el Nuevo Frente Popular izquierdista, los republicanos de Gabriel Attal y los macronistas ganaron la mayoría. Emmanuel Macron continúa en la presidencia por dos años más, Yaël Braun-Pivet vuelve a encabezar la Asamblea y pronto habrá un nuevo primer ministro, seguramente, de izquierda.

Queda todavía por confirmar si en Estados Unidos triunfa otra de las derechas extremas, con enorme ascendencia sobre todas las demás y decisiva para esa red global: el trumpismo. A juzgar por la reciente Convención Republicana en Milwaukee, la nueva fórmula Trump-Vance, fortalecida luego del fallido atentado contra el expresidente y por la visible fragilidad física de Joe Biden, llevaría a la Casa Blanca una versión recargada en noviembre.

Lo que proponen Trump y Vance es combatir la “invasión” migratoria de “criminales, drogadictos y enfermos mentales” con deportaciones masivas, restricciones al libre comercio con México y China, mayores aranceles, menos impuestos y rebajamiento de sus vínculos con la OTAN, la ONU y guiños a Orbán y Putin. Pero, de ganar en cuatro meses, el trumpismo deberá enfrentarse a la mayoría liberal europea.