Rafael Solano

El PAN en su nueva encrucijada

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Rafael Solano *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Solano 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En octubre de 2017 se dio el mayor quiebre político del que tenga memoria la centro-derecha mexicana. Resultado de un conflicto prolongado en Acción Nacional, el liderazgo político de la fracción que impulsó cambios gradualistas en la transición democrática y ejerció el poder entre 2006 y 2012, decidiría renunciar al partido.

Desde los ochentas el panismo tuvo importantes cambios organizacionales que impactaron en su configuración política y que lo llevaron a transitar de partido de cuadros, pasando por ser un partido electoral profesional, después a partido conformado por distintas ideologías (catch-all), hasta convertirse en la actualidad en un partido cartel (lo define la ciencia política), dependiente de los beneficios de la financiación pública y sus alianzas con otros partidos para maximizar sus beneficios.

Es a partir de 2013 que se dan profundos cambios que modifican el paradigma del partido: 1) el refrendo de la militancia y la desaparición de los miembros adherentes que redujo el padrón y provocó la aniquilación de la fracción gradualista, 2) la elección directa de dirigentes que fortalecería las afiliaciones masivas en los estados y que provocaría la dinámica de los padrones y 3) la creación de la comisión permanente que quitarían el control de decisiones fundamentales al consejo nacional.

El cambio al interior del partido se muestra en sus afiliados. En 2012, el 81% del padrón panista se había afiliado entre 2000 y 2012; en 2016, 63% de los militantes se habían afiliado después de esa etapa; en la actualidad 54% de los militantes que permanecen afiliados lo hicieron después del periodo de gobierno panista.

En 2015 en medio de esos cambios institucionales, se daría una modificación definitiva y sin retorno en la XVIII Asamblea Nacional Extraordinaria, que terminaría por incidir en la contienda presidencial, pero también por cerrar la pinza para convertir a la organización en un partido cartel: los dirigentes partidistas que decidieran contender por un cargo de elección popular, podrían renunciar un día antes de registrarse como precandidatos.

Han pasado los años y los dirigentes panistas que impulsaron las reformas institucionales de 2013 y 2015, hoy no forman parte de la coalición dominante del partido; es claro que no repararon en las consecuencias hacia el futuro del partido. El cambio más profundo en el PAN, es que pasó de ser una organización con un liderazgo central fuerte, a una organización invertida donde los liderazgos políticos del partido se encuentran en 7 o 10 estados del país y el dirigente depende de ellos para mantener la gobernabilidad en su mandato.

Por ahora ese modelo ha transitado para la coalición dominante panista que se encuentra unida gracias al intercambio de espacios asegurado, pese a que el partido se vuelve más pequeño electoralmente. El ingreso de nuevos actores a esa coalición para una eventual expansión electoral, no es una cuestión coyuntural o de voluntad, sino más bien una cuestión de diseño institucional. Y esa es la nueva encrucijada panista: un cambio de diseño para alcanzar el poder o seguir haciéndose más pequeños.