Ha pasado el primer semestre 2022 y con ello, las elecciones estatales y la discusión legislativa sobre la reforma eléctrica.
Pese a que el PRI no había dejado clara su posición, finalmente apoyó a la oposición por lo que la reforma no tuvo éxito. Por su parte, la revocación de mandato no tuvo un efecto vinculante, pero sirvió electoralmente. El Presidente encontró una ruta en la promoción de su consulta para brincar los tiempos electorales, mientras que sus activistas realizaron una campaña que benefició el posicionamiento de su partido.
El resultado de la discusión eléctrica derivó en una confrontación entre el gobierno y el dirigente del PRI, quien a su vez no logró los réditos electorales esperados, lo que configuró una crisis entre las fracciones priistas.
En realidad, el longevo partido no enfrenta una crisis institucional puesto que una fracción controla los órganos y toma de decisión del partido. Con la reforma estatutaria de 2020, su presidente tiene las mayores facultades, en todos los niveles. Pero sí enfrenta una crisis política.
2021, fue una bocanada de aire fresco, los resultados en Coahuila y el Valle de México, les permitieron ganar 30 diputaciones de mayoría, 11 en solitario y 19 con la alianza. Por cada diputación que ganó el PRI, la alianza le aportó 1.71 más, convirtiéndose en el partido más beneficiado de la alianza con respecto a lo que contribuyó. Hasta ahora, la mayor crisis palpable del PRI es haberse convertido en un partido mediano en lo federal, sin embargo, en lo local pasó de gobernar catorce entidades a tres, de las cuales dos tendrán elecciones el siguiente año. Esto está provocando un efecto inmediato en las partidas presupuestales locales del partido, reduciendo los espacios y generando una migración de liderazgos hacia otras fuerzas políticas (Morena y MC).
Ante esto, la coalición dominante priista se ha apertrechado en la Cámara de Diputados anunciando una moratoria constitucional que se traduce en el rechazo a la reforma electoral presidencial. Pese a que en el Senado las fuerzas opositoras han generado un bloque de contención (PAN, PRI, PRD, MC, Grupo Plural), la narrativa del CEN del PRI ha sido efectiva hacia la base simpatizante aliancista: hoy muchos ciudadanos de buena fe piensan que, si no fuera por el dirigente del PRI, la democracia en México se acabaría. En realidad, el Presidente ya no tiene los votos para una reforma constitucional.
En la liza electoral, Coahuila y Estado de México se observan a velocidades distintas. Coahuila está más alineado al CEN del PRI, mientras el PRI mexiquense tiene que disputar y construir cada paso del proceso, sin garantías de nada. En el estado norteño, el priismo ha construido una candidatura sólida en torno a Manolo Jiménez, con un gobernador fuerte. Es el único estado donde el PRI fue totalmente solo y ganó, de hecho, ya se llevó a cabo un evento fuerza de arranque de trabajos con la presencia del dirigente nacional.
En el Estado de México, las disputas son más complejas, hasta ahora, el PRI mexiquense ha tomado el control total de la sucesión; su dirigente local, en un conversatorio del 4 de julio, reveló que las negociaciones de alianza continúan, pero que aún no están cerradas y se irán construyendo en estos meses. Pese al despliegue publicitario de Alejandra del Moral, que ocupa una posición clave en el gobierno estatal, aún no se observan condiciones de unidad alrededor de ella por parte de todos los actores, mientras en otros frentes se mueven Ana Lilia Herrera y Enrique Vargas como un externo por el PAN. A esto hay que sumar la estrategia de desgaste contra Peña Nieto y Alejandro Moreno.
Es claro que la élite mexiquense se encuentra en una recomposición. De acuerdo a la investigación doctoral de José Luis Palacios (UAEM, 2022), el priismo mexiquense está estructurado por poco más de mil liderazgos fuertes en todo el estado, de ellos, dos de las cuatro personalidades que más han ocupado encargos relevantes entre 1990 a 2022 son Alejandra Del Moral y Ana Lilia Herrera. Ambas se encuentran en la cima de la pirámide del priismo mexiquense. Esto es relevante porque habla de la importancia para el priismo de contar con toda su estructura.
Finalmente estamos frente a la conclusión de una vuelta electoral. El ciclo 2018-2023 se cierra con las elecciones del Estado de México y Coahuila, con un PRI que se encuentra en una crisis política con al menos los siguientes elementos: 1) una marca mal evaluada por la ciudadanía a nivel nacional, 2) un dirigente en constante desgaste, 3) un diseño institucional que no aglutina a sus liderazgos y 4) presupuestos cada vez más reducidos. Por las características de la agenda política, el PRI, que es gobierno en los estados con elección, tendrá mucho eco mediático durante este año y por lo que se puede observar, sus posibilidades hoy, pasan más por sus estructuras locales que por las nacionales. Así se ve el PRI rumbo a 2023.