Este miércoles tomó protesta Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Si bien recibe un país que en lo económico no está en tan mal momento, a pesar de la crisis sanitaria, en lo social está partido en dos.
El mundo entero debe de estar contento de que un personaje como Donald Trump ya no esté al mando del país más poderoso del mundo. Pero hoy ya no se trata de Trump, la historia lo pondrá en su lugar. Ahora se trata de Biden y de una nueva agenda, interna y externa, para rebalancear, en todos los ámbitos, muchos pesos y contrapesos.
Biden entra a la Casa Blanca con un país dividido y con odios engendrados desde el poder, gracias a su antecesor. Su primera tarea, y así lo ha advertido, será volver a unir a la nación. Tiene que soldar la fractura social y política existente. La tarea no es sencilla y le tomará los primeros meses de su administración.
Por esta razón es que la agenda bilateral con México no parece que vaya a ocupar una prioridad importante al arranque de su gestión. Primero tiene que arreglar lo de adentro, antes de voltear hacia afuera.
Sin embargo, va a llegar el momento de pensar en México y de cómo encarar la relación con su vecino del sur. Todo indica que la construcción de una agenda común entre ambos países no va a ser tarea fácil. En primer lugar, el gobierno de López Obrador fue el último en reconocer la victoria electoral del candidato demócrata.
Si bien AMLO se esperó hasta que se oficializara el resultado de la votación, la gran mayoría de los jefes de Estado, y particularmente aquellos con los que Estados Unidos tiene una relación cordial, ofrecieron su reconocimiento y felicitación a Biden. Alguien podría decir que esto es irrelevante, pero en política la forma es crucial.
Luego, para iniciar el año, el 4 de enero, el presidente López Obrador ofreció asilo político a Julian Assange, el controvertido personaje cofundador de Wikileaks, y que es considerado uno de los peores enemigos y traidores a la patria de los Estados Unidos. Parecería hasta como un acto de provocación explícita la invitación de AMLO a Assange.
Por si fuera poco, en los días recientes, viene el apoyo de López Obrador a la Fiscalía General de la República en su exoneración al General Cienfuegos, y su condena pública a la agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés).
Esto sin mencionar posibles infracciones al T-MEC por parte del Gobierno de México, y una agenda de energías renovables que le interesa al presidente Biden, mientras que en México estamos destruyendo selvas para construir un tren y montando una refinería.
No se vislumbra que la relación Biden-López Obrador vaya a empezar con el pie derecho. Y de pronóstico reservado como va a terminar.