Algunas implicaciones económicas para México respecto a la guerra en Ucrania

BANDA ANCHA

Roberto García Requena
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cualquier guerra, además del impacto humano, político y social, acarrea consecuencias económicas, principalmente para los países involucrados, pero también para el resto de las naciones, en un mundo cada vez más globalizado.

México, evidentemente, no es ajeno a esta situación y tendrá que enfrentar el efecto económico de la invasión de Rusia a Ucrania, además de las definiciones diplomáticas y políticas que el gobierno tenga que tomar.

Rusia ya está sufriendo la imposición de sanciones de orden económico por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y muchos países más afines a estas potencias, entre ellas México. Esto a pesar de que el Presidente López Obrador en su mañanera de este pasado martes dijo que no habría sanciones a Rusia, el representante ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, rectificó el miércoles y dijo que México sí suscribiría la resolución “Agresión contra Ucrania” que se firmó ayer.

Para nuestro país son varias implicaciones en el orden económico, pero para dimensionar el impacto vale la pena tener en consideración algunos datos duros, respecto a la relación comercial entre México y Rusia.

Según datos oficiales de la Secretaría de Economía, el comercio total de México con el mundo al cierre de 2021 fue de 999.9 mil millones de dólares, compuestos por 494.2 en exportaciones y 505.7 en importaciones. En este agregado, Rusia representó el lugar 33 con el 0.10 por ciento de las exportaciones mexicanas; el lugar 19 con el 0.45 por ciento de las importaciones; dando el lugar 25 con apenas el 0.28 por ciento del comercio total para nuestro país.

Es decir, Rusia no es un socio comercial relevante para México al representar sólo el 0.28 por ciento del total. Por lo que la vida comercial de México realmente no se verá afectada asumiendo que se cierre por completo la importación y exportación de productos y servicios entre estas dos naciones.

Algunos otros impactos son difíciles de pronosticar. Por ejemplo, el precio del barril de petróleo ha subido alrededor de $100 dólares desde que arrancó la guerra. Eso nos beneficia, pues somos productores de petróleo —cada vez más a la baja y con pérdidas, por cierto—

pero somos importadores netos de gasolina. Entonces el balance final no es claro.

Por otro lado, y lo que es lógico, es que los mercados están nerviosos y volátiles. Las materias primas y los metales tendrán alzas significativas. El apetito por riesgo disminuye afectando índices en bolsas, al tiempo que inversionistas prefieren refugiarse en instrumentos más seguros, cuando además los bancos centrales están elevando tasas de interés. Todo esto tampoco es ajeno a México.