La tibieza, para reaccionar a una crisis, termina siendo el peor de los caminos a emprender.
Mucho se ha escrito sobre la torpe decisión del coordinador de los Senadores del PAN, Julen Rementeria, de encabezar y presumir una reunión con Santiago Abascal, dirigente del extremista partido español Vox.
Quienes tomaron esa decisión, no se han dado cuenta del país en el que vivimos. Más allá de la crítica al arropamiento y casi fanatismo mostrado a un personaje que defiende causas por demás cuestionables (qué van en contra de los más elementales derechos humanos), lo sucedido es una torpeza desde cualquier punto de vista estratégico.
Nada que ganar. Todo que perder en esa decisión.
Porque es evidente que, para el electorado más conservador, que incluso pudiera respaldar esas posiciones, el PAN ya era la única alternativa electoral.
Pero para los millones que no la comparten, para las nuevas generaciones que dan por sentados que esos debates sobre posturas radicales son parte del pasado, el tropezón de los senadores puede tener un costo altísimo.
Mucho ha luchado, por ejemplo, el PAN en la Ciudad de México por moderar su posicionamiento. Por defender banderas atractivas para los jóvenes y evitar que el debate político capitalino gire únicamente alrededor del aborto o el matrimonio igualitario, como en la primera década del siglo XXI.
Y si la decisión de recibir con fanfarreas a tan cuestionado líder fue un error, la reacción del Partido, como institución, no ha tenido la contundencia necesaria.
Más allá de que muchos destacados militantes se desmarcaron claramente de lo sucedido, es necesario que el PAN, como institución, mande un mensaje claro y contundente a la ciudadanía: ¿es ese partido que algunos radicales que viven en el pasado tratan de empujar hacia la extrema derecha, o es un partido con una agenda que se centra en las necesidades reales de los ciudadanos, antes que en debates morales y de convicciones personales.
Esa respuesta debe ser contundente, y debe ser pronta. Porque enfrente, el presidente Andrés Manuel López Obrador se encargará de que, mientras no haya un desmarque contundente, la ciudadanía no olvide este episodio. Hoy, la ambigüedad en la reacción le permite a AMLO consolidar las etiquetas negativas que le ha puesto al panismo por años.
El PAN está en medio de un proceso electoral interno. Pero los cálculos políticos de liderazgos y padrones no pueden priorizar la toma de decisiones cuando la institución necesita transmitir de manera clara y contundente a los mexicanos una decisión: quién es y alrededor de qué existe el PAN.