En materia delictiva, los números son el indicador por excelencia para conocer el comportamiento y las tendencias. Este primer semestre hay dos buenas noticias en el tema: por un lado, los datos revelan una baja en el promedio diario de los delitos y, por otro, estabilidad hacia la disminución, inclusive retirando el efecto de la pandemia que habría impactado a la baja algunos delitos patrimoniales.
Por supuesto, y me lo comentó Marcos Shabot, representante de la Comunidad Judía, mientras conversamos con la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, al término de la ceremonia de reconocimientos a los policías, celebrada este martes, hay siempre oportunidad de mejora, y en particular con el tema de la percepción.
Sabemos que aquella ha mejorado gracias a los datos de las encuestas de victimización y que todo avance en los números, asumiendo la tendencia estable a la baja, tarda al menos seis meses en ser registrado como “percepción” en el conjunto de la sociedad.
El reporte de incidencia delictiva, al primer semestre del año, presentado este martes en el Museo de la Ciudad de México, revela una baja del 45% en los delitos de alto impacto, entre 2019 y 2021, y del 50% en los de bajo impacto.
Estos porcentajes son el resultado de dos años de ajuste en el modelo para conceptualizar la seguridad pública, impulsado en la capital nacional y operado por el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, y la fiscal de Justicia, Ernestina Godoy, en una coordinación que no era sino extraña en el entonces Distrito Federal entre los años 1970-2018.
Enfrentar la inseguridad que padecía hace tres años la capital de la nación —con un promedio diario de 139 denuncias por delitos de alto impacto— ha requerido de disciplina, determinación política, énfasis social contra la desigualdad, uso de inteligencia policial, operación contra los generadores de violencia y denuncia ciudadana. Ahora hay 77 delitos diarios.
La construcción de una comunidad libre de violencia no es tarea exclusiva de la policía. Es indispensable la participación empresarial, como la empujada por los líderes capitalinos de Coparmex y Canaco, Armando Zúñiga y Nathan Poplawsky, respectivamente —ambos integrantes del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX—, de organismos diversos de la sociedad civil, de observadores tanto críticos como colaborativos, y de la presencia mayoritaria de los ciudadanos en las dinámicas de procesamiento de responsabilidades de los depredadores patrimoniales.
Los resultados de estas estrategias sacaron a Iztapalapa y a Gustavo A. Madero, alcaldías encabezadas por Clara Brugada y Francisco Chíguil, de la lista de las 15 más peligrosas.
La capital de la nación es la segunda entidad más poblada del país. Alcanzar reducciones en la incidencia delictiva no es sencillo, como tampoco lo es estabilizar esa tendencia. Hay mucho por hacer. También ya hay bases sólidas.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.