Hay un altar dedicado a la muerte de la desunión en Morena. Es un sagrario para exorcizar los demonios de malas decisiones, deficiente operación o el daño colateral de generar fracciones para las cuales el poder regional es cimiento de nuevos feudos, espacios carentes de una visión incluyente, moderna, responsable y eficiente.
Sobre todo, los morenistas han logrado, a juzgar por los estudios demoscópicos, apartar del Mictlán político al proyecto social encabezado por Andrés Manuel López Obrador y con enorme probabilidad, a partir del 2024, liderado por Claudia Sheinbaum.
Lejos queda la sombra del 2021, cuando jugaron en contra variables como el desempleo en contexto pandémico, campañas sistemáticas de guerra sucia y odio, ejercicios y candidatos poco atractivos o malos, así como una mezcla de equívocos y simulaciones.
Si se elige bien, los momios repuntan. En el sanctasanctórum político de todos los partidos, los pecados capitales en la antesala del 2024 son no ver, no escuchar y no sentir... y olvidar.
Procurar el ejercicio de gobernabilidad en la simultánea búsqueda de buenos resultados, así como en la gestión del legado popular de López Obrador, quien mantiene aprobación mayoritaria, es condición sine qua non en esa tarea doblemente significativa para integrantes y simpatizantes de Morena.
Lo hará posible el reconocimiento e impulso, gracias a la voluntad del pueblo convertido en encuesta y ponderación política de género, como mandata el INE, de todas aquellas candidaturas capaces de invocar movilización, privilegiar identidad y garantizar competitividad a partir de evidenciada experiencia y comprometido talento para el mando en las nueve entidades en juego.
Con todo, la vida interna de Morena tiene suficiente reverberación para mantener su delantera vitalidad, de aquí a la elección del 2 de junio del siguiente año.
En la CDMX, Clara Brugada se ha convertido en fenómeno social reivindicatorio de la esencia morenista y de su alcance a otros sectores medios no convencionales, de la izquierda y de inteligencia exigente como intelectuales, artistas y empresarios —revelados en una serie de desplegados a su favor desde los primeros días de la contienda interna— o de confirmación de afinidad en el caso de jóvenes universitarios y, paulatinamente, entre los columnistas de todo el espectro. Desde otras entidades todas y todos observan. La pista central de atención es Morena.
Es un descuido analítico demeritar la habilidad de Claudia Sheinbaum para convertir prácticamente a todas las entidades, especialmente a la capital nacional, gobernada por Martí Batres, en el escenario donde el platillo principal de la ofrenda para los más vivos y los muertos es precisamente la morenista contienda interna.