Valeria López Vela

Democracia: frágil y preciosa

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El 22 de julio de 2015, tras un evento de precampaña, publiqué en este periódico que: “Las declaraciones de Donald Trump respecto a los mexicanos no merecen ser repetidas, pero tampoco deben ser olvidadas. Son la más reciente muestra de los discursos de odio en nuestra contra: como mexicanos, como paisanos de los migrantes, como miembros de la misma tradición y cultura. Lo que ha dicho el señor Trump cumple con las características propias de los discursos de odio, pues sus declaraciones inhiben el funcionamiento regular de los migrantes quienes tienen que enfrentar las miradas de la discriminación”.

La normalización de los discursos de odio trumpianos le ganaron la simpatía de los grupos reaccionarios que lo llevaron a la presidencia.

Seis años después, las semillas plantadas han dado frutos y Estados Unidos se encuentra más polarizado que unido, pues los ataques dañaron directamente a los grupos vulnerables e indirectamente a la sociedad entera, fragmentando la cohesión social, dividiendo, restando, enfrentando.

Por ello, el jueves pasado, el presidente Joe Biden dio un discurso de 21 minutos para marcar el tono y la pauta de los siguientes meses de la política interna de su país. A menos de diez semanas de las elecciones intermedias, Biden ha distinguido entre el Partido Republicano y el movimiento que encabeza Trump, MAGA —Make America Great Again—.

El movimiento se nutre de las venas del Ku Klux Klan, del conservadurismo evangélico y del extremismo blanco. Por ello, Biden no dudó en sentenciar que Trump y MAGA quieren un país “sin derecho a la privacidad, sin derecho a la anticoncepción, sin derecho a casarse con quien uno quiera” y, todavía más: sin respeto a la Constitución, leyes o estructuras gubernamentales.

Por primera vez, Biden lo ha dicho con todas sus letras: “Donald Trump y los republicanos de MAGA representan un extremismo que amenaza los cimientos mismos de nuestra república”. Y para molestia de muchos calificó sus acciones como “semifascismo”. Biden tiene razón.

La polarización creada desde el 2015, cuando Trump era precandidato, aunada a los años aciagos de su presidencia, ha dado frutos podridos para la discusión pública, para el debate razonado, para la democracia. Trump supo alimentar las narrativas internas de los intolerantes de su país y hoy, sin miedo a la vergüenza, han borrado las fronteras del respeto: ese intangible que permite la convivencia social.

Reitero lo que dije en 2015: Donald Trump es un racista; es un intolerante; es un discriminador. Representa el retroceso moral en la construcción del bien público de la inclusión y del respeto. Y ninguna persona que tenga estas características debería tener un puesto público. Todavía menos ser candidato presidencial.