Valeria López Vela

El discurso de Putin: el que lo dice, lo es

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El viernes pasado, Vladimir Putin pronunció un discurso que pasará a la historia como el texto de la declaración de guerra “en contra de Occidente”. La retórica del presidente ruso sigue las líneas clásicas de la propaganda, incitando a la violencia en contra de todo lo que se le oponga.

Para lograr esto, Putin crea un enemigo nebuloso: Occidente utiliza el poder de las finanzas y la tecnología para imponer su voluntad a otras naciones. Para recaudar lo que él llama el impuesto del hegemón. Con este fin, Occidente desestabiliza países, crea enclaves terroristas y, sobre todo, busca despojar a otros países de su soberanía. A este Occidente le atribuye los defectos que más irritan a las personas: es esta “avaricia” y el deseo de preservar su poder la razón de la “guerra híbrida” que el Occidente colectivo está “librando contra Rusia”. “Quieren que seamos una ‘colonia’. No quieren que seamos libres, quieren que los rusos sean una turba de esclavos sin alma”.

A partir de estas premisas, el presidente siembra miedo entre sus ciudadanos y declara que Occidente es racista e inventa una persecución en contra de su pueblo. Así, a la semilla del odio añade la del temor hacia todo lo que representa ser ruso: la rusofobia es racismo. Discriminan llamándose a sí mismos el “mundo civilizado”.

De inmediato, incorpora el elemento religioso para tensar las creencias profundas de los ciudadanos: “Son rusofóbicos; nos odian porque no permitimos que nuestro país fuera saqueado creando un estado centralizado fuerte; las élites occidentales son ‘totalitarias, despóticas y apartheidistas’”.

Finalmente, remata aprovechando un prejuicio más: “Inventaron los géneros y afirman que puedes transicionar. ¿Queremos esto para nuestros hijos? Tenemos una visión diferente. Han abandonado la religión y abrazado el satanismo”.

Con este enfoque, cualquiera sentiría rencor, miedo y desprecio por el enemigo imaginario de Putin, quien busca activar las emociones políticas primarias para justificar la guerra barbárica a la que está llevando a sus ciudadanos, y —no nos equivoquemos— al mundo entero.

La mejor forma de desarmar la propaganda es mediante el ejercicio del reflejo y la inversión. Imaginemos que Putin estuviera diciendo ese mismo discurso mirando a su imagen en un espejo, y que cada frase dicha se refiriera no al enemigo imaginario sino a él mismo.

Después, hagamos la inversión: en lugar de apelar a un enemigo nebuloso, miremos al presidente que ha construido esta tensión mundial, que es avaro y quiere colonizar a Ucrania; que trata a los ciudadanos ucranianos como si no tuvieran alma —pensemos en los crímenes de guerra que ya han sido documentados— y en la persecución hacia las personas de la comunidad LGBTTTIQ.

No hay verdad más rotunda que la que se expresa con palabras simples; los niños lo hacen con la sabiduría que los caracteriza. Así, recupero una frase que se oye constantemente en las escuelas primarias: “El que lo dice, lo es”: lo que Putin dice de Occidente es lo que realmente él es. No nos dejemos engañar.