JD Vance: la América profunda

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La selección de JD Vance como compañero de fórmula es un refrendo con los votantes que le dieron la victoria en 2016: hombres, blancos, protestantes, de clase trabajadora y que se sienten olvidados por la “progresía liberal” de los demócratas.

Vance publicó Hillbilly, una elegía rural: memorias de una familia y una cultura en crisis, que fue un éxito de ventas, en el que contó las heridas, los agravios y las decepciones de una buena parte de la población estadounidense, la que corresponde al “cinturón de hierro” —una zona industrial decadente a la que el progreso tecnológico y moral ha dejado atrás: radicalizada y resentida—.

Los hillbilly son los trabajadores de poca monta; parecidos a los campesinos, a los red necks. También a los chav de Reino Unido, los bogan australianos o los beauf franceses. Vance confiesa que los hillbilly son sociedades desestructuradas, matriarcales —por ausencia, no por elección— y que solían tener dos dioses: Jesucristo y Estados Unidos de América.

Además, sienten un profundo desprecio por las instituciones sociales —que les han dado la espalda— para proteger a los grupos de la diversidad que, en su opinión, viven del gobierno sin hacer ningún esfuerzo y que no son “americanos auténticos”. El desencanto alcanza a la educación formal —por negarles la movilidad social— y a los medios de comunicación —en donde no escuchan sus voces—, por lo que son percibidos con suspicacia; son, precisamente los hillbilly, los consumidores ideales de las noticias falsas y de las teorías de la conspiración.

El propio Vance es así. La congresista Alexandria Ocasio Cortez —su némesis social y política— recuperó un tuit de 2020, en el que el compañero de fórmula de Trump aseguraba que el ahorro de energía reducía en 10% la tasa de fertilidad. Afirmación falsa y chillante, pero representativa de la miopía populista.

El libro presenta la narrativa de un abogado graduado de Yale, venido a más que —sin proponérselo— hizo el retrato de los votantes de los gobiernos populistas. Sin ser un análisis sociológico profundo, el texto sirve para conocer el carácter y las intenciones del candidato republicano a vicepresidente de Estados Unidos: las convicciones religiosas, la percepción sobre los inmigrantes, el desgano por la educación, la ciencia y el progreso.

Con todo esto, la designación de Vance como compañero de fórmula de Trump adquiere sentido. Por una parte, se aleja del perfil institucional de Pence —quien, además, lo desafió durante el asalto al Capitolio— y reconecta con el grupo de votantes que le dieron la victoria en la elección pasada.

¿Qué podemos esperar de esto? El fortalecimiento de políticas conservadoras: prohibición del aborto, crecimiento de la discriminación, desprecio por la ciencia y la educación, desconexión con los problemas globales.