Valeria López Vela

Macho, mujeriego o acosador

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En los días de la revolución de las mujeres, los periódicos dan cuentan de casos notables de violencia sexual. Lo mismo en universidades, partidos políticos, hospitales, oficinas gubernamentales u hoteles, los incidentes se cuentan por miles.

Específicamente en México, las denuncias en la administración pública federal aumentaron en el último año. Infortunadamente, la impericia de los comités de ética, las complicidades o, en estricto lenguaje feminista, el pacto patriarcal hace que la resolución —en el mejor de los casos— sea lenta.

El caso más visible en el circuito académico es el del famosísimo sociólogo del derecho Boaventura de Sousa, quien ha sido acusado por Lieselotte Viaene, Catarina Laranjeiro y Miye Nadya Tom, investigadoras que trabajaron en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra —del que De Sousa era Director Emérito—. Las investigadoras escribieron el capítulo “Las paredes hablaron cuando nadie más lo haría” en el libro Sexual Misconduct in Academia —Mala Conducta Sexual en la Academia—. Ahí, utilizaron las herramientas conceptuales del perpetrador para narrar su experiencia y nombrarla con términos como incesto académico, extractivismo sexual y extractivismo intelectual.

En un primer momento, Boa respondió negando las imputaciones. Dijo que las acusaciones eran “absolutamente calumniosas” y carentes de pruebas. Pasadas ocho semanas, el sociólogo envió una carta a varios medios de comunicación en la que decía: “Pertenezco a una generación en la que el comportamiento inapropiado, si no sexista, ya sea a través de la convivencia o del lenguaje, era aceptado por la sociedad”. Así, el “no rotundo” se convirtió en “así era en esos tiempos”. Boa reconoció que pudo ser un macho, pero no un acosador.

Paralelo a esto, hay diferencias, incómodas para muchas feministas, entre ser un mujeriego y ser un acosador. El primero, se caracteriza por tener relaciones consensuadas con varias mujeres; mientras que, el segundo, presiona a una o varias mujeres para tener contacto físico con ellas. Como se ve, la divergencia es estrictamente cualitativa y la diferencia específica es la presencia o la ausencia del consentimiento. Un mujeriego mantiene relaciones consensuadas, basadas en el deseo, con varias parejas. El acosador, por su parte, busca someter —ya sea a una o a varias personas—. Mientras que el aspecto cuantitativo es central en la definición del mujeriego, no lo es en el caso del acosador.

Frente a esto, el sociólogo ha insistido en su comunicado: “Este reconocimiento no implica en modo alguno que asuma la práctica de los graves hechos de los que se me acusa y nunca dejaré de defender la dignidad y la integridad que he construido a lo largo de más de 50 años”.

A pesar de la misiva enviada, el caso de Boa es problemático porque, con la información con la que contamos hasta ahora, las denuncias hablan de un acosador en serie; no de un macho ni de un mujeriego.