Hace apenas unos días, se publicó el más reciente libro de Cass Sunstein: This is not normal -Esto no es normal. El autor es un reconocido académico norteamericano que, además, ha podido contribuir en la construcción de la democracia de su país trabajando con la administración de Barack Obama.
Su obra es prolífica e indispensable para comprender y hacer mejores diseños jurídicos e institucionales. En mi opinión, hay dos textos especialmente útiles: El costo de los derechos —en el que precisa la necesaria interferencia del gobierno para proteger, garantizar los derechos humanos mediante el ejercicio presupuestario— y Un pequeño empujón —un texto clásico de economía conductual y diseño institucional.
En Esto no es normal, Sunstein plantea las claves para hacer el balance histórico del momento en que vivimos y frenar la inercia hacia el desbarrancamiento democrático al que nos acercamos.
Los últimos años, a partir de la campaña presidencial de Trump, se han caracterizado por ser una concatenación de imposibles y absurdos antidemocráticos validados —¡eso que ni qué!— con el lenguaje y los principios de la democracia. El texto argumenta que admitir estas vías como un camino más de la normalidad sería tan aberrante como confundir la enfermedad con la salud.
El capítulo que es más provocador es en el que habla de la “Contracción del oprobio”; ahí, Sunstein señala que: “Si la gente está rodeada de una conducta que es moralmente abominable, o si ve mucho de ella, no la desaprobará, e incluso podría estar de acuerdo con una conducta moralmente mala (pero no abominable)”. El concepto es semejante al que desarrolló, en su momento, Hannah Arendt en el libro La banalidad del mal.
Pongamos un ejemplo: un gobierno que valida que sus funcionarios sean agresores sexuales —conducta moralmente abominable— genera la contracción del oprobio y normaliza la violencia de género. Entonces a sus ciudadanos no les parecerán tan graves las conductas moralmente malas, como maquillar las cifras de feminicidios o gastar los recursos destinados a prevenir la violencia en edificios.
El argumento continúa en el capítulo “Lapidación y disculpa”. En él, Sunstein describe el fenómeno de la “lapidación”, término que utiliza para describir una especie de aniquilación social moderna —especialmente, la de las redes sociales— que puede utilizarse para silenciar la discusión democrática.
Se trata de la fraseología intransigente que utiliza el desprestigio como vía de censura frente al disenso. Sunstein considera que, en vez, los funcionarios deben ofrecer razones legítimas y sustanciales que validen las acciones y las omisiones cometidas.
Además del trumpismo, hay en el mundo varios gobiernos que tratan de normalizar la indignidad y la mentira mediante la polarización. En vez de normalizar la aberración, Sunstein nos sugiere que construyamos “una identidad nacional compartida en la que personas de diferentes orígenes raciales, étnicos y religiosos lleguen a identificarse”. No podría estar más de acuerdo.