Valeria Villa

Autosabotaje (De la existencia irremediable del inconsciente)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Sigmund Freud hizo referencia en Una dificultad del psicoanálisis (1917) a las heridas narcisistas que atraviesan a la humanidad. En primer lugar la que enunció Copérnico al declarar que la Tierra giraba alrededor del Sol. No éramos el centro del universo, tal y como lo decimos cuando aceptamos que no somos tan importantes ni el centro de nada.

La segunda mala noticia para nuestro narcisismo la dio Darwin, cuando afirmó que no fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y que sólo somos un eslabón de la cadena evolutiva. Ni creación divina ni únicos en el planeta. La tercera puñalada nos la propinó Freud al descubrir el mundo inconsciente, que elimina la posibilidad de saber con exactitud quiénes somos y qué queremos, pues mientras una parte quiere algo hay otra que quiere lo contrario. El padre del psicoanálisis fue todavía más lejos, al afirmar que buscar la felicidad no está en nuestra naturaleza porque llevamos dentro un impulso que nos lleva a sufrir, al que nombró pulsión de muerte. Es a partir de la observación de conductas sádicas y masoquistas que resulta muy difícil negar la existencia de esta fuerza: Laura termina una relación amorosa y se entrega durante varias semanas a su sufrimiento. Escucha canciones tristes, ve películas tristes, se encierra en la casa a llorar, se obsesiona con lo que estará haciendo el miserable que la abandonó. Laura no huye de la tristeza e incluso parece disfrutarla masoquistamente. Ésa es pulsión de muerte. Pero también son conductas mucho más graves que arrasan con todo: Juan se hace despedir de los trabajos sin poderse detener. Dice que quiere trabajar, que lo necesita, pero logra que se cumpla su profecía cuando afirma que a él siempre lo desechan. Ana se vuelve hostil e intratable cuando está enamorada. En cuanto sabe que esta vez sí hay posibilidades de consolidar una relación, se dedica a dinamitarla, a destruirla con mal carácter, olvidos, reclamos y una posesividad que no sabe de dónde viene. Enrique lleva varios años escribiendo una tesis que no logra terminar. Ha tomado talleres de investigación, talleres para superar la procrastinación (horrible palabra), talleres de redacción, pero nada funciona. Aunque dice que titularse es su mayor ilusión, no lo consigue. Todos éstos son ejemplos de pulsión de muerte, que está presente en la vida cotidiana, de formas menos siniestras de lo que su nombre indica, pero matando, sí, posibilidades de amor, de progreso económico, de una vida menos angustiante.

Al observar a las personas es imposible pensar que venimos al mundo a ser felices y que somos dueños absolutos de nuestras decisiones y de nuestra vida. Hasta da ternura la gente que cree que perseverando se alcanza lo que sea, como si no fuéramos a veces nuestros enemigos ocultos. Queremos conscientemente algo, pero inconscientemente lo saboteamos. El autosabotaje es una de las palabras más frecuentes en los procesos terapéuticos y aparece como una pregunta: “Quisiera saber si esto sólo salió mal o si yo lo destruí sin darme cuenta”.

El asombro que sentimos cuando por primera vez después de mucho tiempo, todas las cosas están bien y en su lugar y deberíamos sentirnos contentos pero no lo estamos. La ansiedad sin razón aparente. La rabia sin razón aparente. Los pensamientos obsesivos que no se detienen: los síntomas son una de las evidencias del inconsciente. Cierro con palabras del poeta David Whyte: “La esperanza de que un ser humano puede alcanzar completa honestidad y autoconocimiento es una ficción y una quimera (…) El autoconocimiento no es claridad ni transparencia o saber cómo funciona todo; el autoconocimiento es una conversación feroz y atenta con lo desconocido, una forma de humildad y de agradecimiento”.