Valeria Villa

El cambio como objeto del deseo (I)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
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Adam Phillips no para de escribir y ha publicado un nuevo libro que terminó un poco antes de que iniciara la pandemia (On Wanting to change, Penguin, 2021) en el que aborda la urgencia (ansiedad) que tiene la sociedad contemporánea por cambiar, aunque por un lado estén las narrativas sobre las posibilidades de cambio y lo deseable que es alcanzar el máximo potencial y por otro, la realidad de los cambios que sí ejecutamos porque son posibles. Cambiamos todo el tiempo aunque no lo queramos. Crecemos, nos hacemos viejos, vivimos en un mundo que nos invita constantemente a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, como si fuéramos insuficientes. Como si ser falibles, defectuosos, inestables en nuestros deseos, pasivos para hacer realidad lo que se supone que anhelamos, tuviera que corregirse con programas de superación personal diseñados a partir de idealizaciones sobre lo que es una vida valiosa. Estos ideales cambian con la época y la cultura. Ejemplo de ello son las terapias de conversión para curar la homosexualidad, considerada una enfermedad mental hasta 1990, cuando la Organización Mundial de la salud la eliminó de la Clasificación Internacional de Enfermedades. Hoy sabemos que son un atentado a la ética terapéutica.

Phillips revisa el concepto de conversión, que viene del mundo religioso y que también fue utilizado por ideologías totalitarias como el nazismo y el stalinismo, que prometían cambiar países enteros y formar nuevas personas. Se pregunta qué cambios son inevitables y cuáles posibles. Reflexiona sobre la plaga que azota al mundo hace más de un año y que dejó claro que somos completamente vulnerables frente a la naturaleza. Pretender que la vida volverá a ser normal es de una ingenuidad total, afirma Phillips, sobre todo porque aquella normalidad y sus patrones de consumo y de explotación de la naturaleza, es una de las causas de la proliferación de un virus mortal. Reflexiona sobre el liberalismo de John Stuart Mill, como una defensa frente a la conversión: las personas son diferentes y necesitan condiciones distintas para su desarrollo espiritual; no pueden existir sanamente bajo una sola moral, así como las plantas necesitan diferentes climas, atmósferas y condiciones físicas para crecer. Mill está cerca de proponer que todo consenso es un consenso forzado y algo que debería despertar suspicacia. ¿Cómo pueden muchas mentes parecerse tanto? Los convertidos no se piensan a sí mismos forzados a entrar dentro de un pequeño molde. Se viven libres e iluminados. La conversión entendida de este modo, siempre involucra un esencialismo: la convicción absoluta de lo que es valioso y debe valorarse.

La conversión es parte fundamental del psicoanálisis, pero Phillips cree que se trata de una persuasión honesta o por lo menos aspira a serlo. El psicoanálisis comenzó cuando Freud y Breuer llegaron al diagnóstico de histeria de conversión en 1894: la representación de un deseo urgente pero inaceptable; una forma de deshacerse de los afectos prohibidos, desplazándolos mediante la conversión, la transferencia o la sustitución. Para Freud, cuando el deseo es convertido, hay un cambio en la forma pero no en el contenido. Hay un salto misterioso en el paso de lo mental a lo físico, cómo los pensamientos y sentimientos se somatizan, se colocan en el cuerpo. La conversión en el sentido psicoanalítico es encubrir la verdad. Una forma de conservar el deseo sin modificarlo pero disfrazándolo, como alternativa al sacrificio. Para Freud, los síntomas de los pacientes reflejan su vida sexual, entendida como todo lo que tiene que ver con el amor y los vínculos y con las prohibiciones culturales de algunos deseos. Un homosexual que decide ser heterosexual será un homosexual heterosexual.