Confrontar: encuentro o guerra

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Confrontar proviene del latín y significa comparar, poner uno frente a otro. El prefijo con indica junto o encuentro y frons-frontis, designa la parte superior de la cara. Confrontar es una palabra cercana a encuentro pero también a enfrentamiento, a guerra, a conflicto y a debate. También significa comparar dos o más cosas que pueden ser versiones, testimonios o documentos. Confrontar también es provocar una reacción en un rival en posición de autoridad o poder.

Empezando por la etimología, queda claro que confrontar puede ser encuentro o guerra. Algunas circunstancias provocan la necesidad de confrontar, sobre todo si se trata de alguien con quien se tiene un vínculo cercano. La ambigüedad y la incongruencia entre lo que alguien dice y lo que hace, pueden despertar un terremoto interior que sólo se resuelve hablando. Por ejemplo, cuando un padre dice que quiere a todos sus hijos por igual pero se desvive en atención y cuidados hacia uno en particular, se gana el reclamo y la confrontación de los menos favorecidos por su amor, que exigen justicia. La frialdad y el alejamiento sistemático de alguien que solía estar cerca es otro motivo para la confrontación. No se trata de un mal día durante el que la persona estuvo distraída, indiferente o ensimismada. Hablamos de un patrón que se repite en el tiempo y que desemboca en la temida frase “tenemos que hablar”. A veces la persona confrontada lo niega todo, dice que no se ha alejado, que no hay frialdad, que todo está en la imaginación de quien confronta. La responsabilidad afectiva significa, entre otras cosas, la disposición para escuchar sin descalificar el estado emocional del otro y para reflexionar sobre lo que se escucha. La hostilidad encubierta, también llamada agresión pasiva, despierta las ganas de confrontar. Quien la ejerce, niega sistemáticamente su agresión, que se manifiesta en silencio, en olvidos, indiferencia, en pequeñas venganzas que por subrepticias son difíciles de nombrar pero se sienten.

¿Cómo se confronta? Con calma y firmeza, después de haber pensado lo que se quiere decir. La apertura al diálogo es fundamental, también la autocrítica. Quien confronta debe estar dispuesto a ser confrontado, porque no existen verdades absolutas en las relaciones. ¿Dónde se confronta? De ser posible en privado, participando sólo los interesados. Es frecuente que las parejas estallen confrontaciones frente a sus amigos o con la familia extendida, buscando alianzas y tal vez la sanción social a problemas que son de dos. ¿Qué se confronta? a crueldad, la agresión, la mentira, las promesas y los pactos rotos. Sin llenar de adjetivos al otro, separando la acción de la persona, siendo específico, evitando las palabras siempre y nunca, y usando la primera persona del singular: yo me siento así. Que alguien no soporte la confrontación puede ser señal de narcisismo patológico, que se distingue por la convicción absoluta y delirante de que no se tienen defectos y de que siempre

se tiene la razón.

La posibilidad de confrontar dentro de una relación habla de la salud del vínculo. Confrontar no es pelear, no es destruir, no persigue ganar el debate. Se confronta para crecer en honestidad, en amor, en verdad, en justicia y en libertad, condiciones fundamentales para construir vínculos de paz. Decir la verdad, nuestra verdad, es una reconquista de nuestra libertad al dejar atrás a esa niña o niño que guardaba silencio para evitar que su familia se destruyera aún más.