Valeria Villa

No ser suficiente

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Todos los días, en el consultorio, escucho a los pacientes hablar de su miedo a fracasar en lo que intentan. Una mujer joven siente urgencia de independizarse de sus padres pero se paraliza cuando piensa que la pueden correr de su trabajo, ¿con qué cara pediría regresar a la casa porque ya no pudo pagar la renta? Un hombre en sus treintas, que no fue hábil para los deportes cuando era niño, comienza a jugar tenis y resulta ser tan bueno que lo invitan a un torneo. Le da ilusión competir pero le aterra quedar en último lugar y hacer el ridículo. El fantasma del niño torpe le impide asistir al torneo al que ya se había inscrito. Otro hombre ha tenido dos relaciones amorosas fallidas consecutivas. Lo interpreta como señal de su incapacidad para vincularse y en su mente se instala el miedo a fracasar si se acerca a otra mujer.

En la mente de estas personas no hay un sufrimiento neurótico clásico que se distingue por la culpa y el temor al castigo. Lo que distingue su sufrimiento es el miedo a la mirada: miedo a quedar en ridículo, vergüenza ante la posibilidad de quedar expuestos en sus debilidades, miedo a perder su imagen frente a los demás.

El siglo XXI se caracteriza por el predominio de la imagen y entonces de la mirada. Todo está expuesto y el exhibicionismo-voyeurismo son parte normal de nuestra interacción con los demás. Nos enteramos de demasiadas cosas, vemos cosas que no nos importan pero igual las consumimos. Esperamos la aprobación de los otros y el fracaso hoy se traduce como falta de aprobación social. El like se volvió la medida de la seguridad y el autoestima.

Los manuales dicen que el miedo al fracaso produce dos tipos de respuesta:

Respuesta de evitación, al huir de todas las situaciones que se temen: mudarse, el torneo de tenis, volver a enamorarse. Respuesta de sobrecompensación: esforzarse excesivamente para evitar el fracaso, intentando fallidamente controlar el resultado de lo que se intenta. La exigencia excesiva rompe los límites de lo sano y suele producir ansiedad, estrés y frustración. Pensar que no se es suficiente puede ser consecuencia de crianzas muy exigentes en las que las expectativas de los padres eran tan altas que siempre se fracasaba en cumplirlas. No ser suficiente también es un mensaje de la cultura capitalista, que funciona en ciclos infinitos de explotación y autoexplotación. Nunca será suficiente esfuerzo ni trabajo ni resultados. El pesimismo como forma de ver la vida acompaña con frecuencia el miedo a fracasar. Cuadros agudos de ansiedad hasta llegar a los ataques de pánico son síntomas que evidencian la intensidad de este miedo.

Todas las frases motivacionales encaminadas a combatir el miedo al fracaso así como las metodologías para combatirlo suelen fracasar porque usan argumentos racionales cuando el miedo del que teme fracasar es emocional. La mente no tiene el control total de nuestra voluntad, por lo que decirle a alguien angustiado por el fracaso que “el que no arriesga no gana”, no servirá de nada. También hay que considerar si esto ocurre en el contexto de un cuadro depresivo, que se distingue por pensamientos de autodenigración.

No hay ningún camino que garantice los resultados. Las acciones a veces producen efectos paradójicos, lo que nos enseña que no hay respuesta categórica a la pregunta de cómo dejar de temerle al fracaso. La ansiedad es la que nos hace creer que debe existir una respuesta definitiva. Lo que sí es posible afirmar es que la mirada de los otros y su protagonismo es la medida contemporánea del fracaso. Preguntarse por la propia relación con mirar y ser mirado, si se siente como amor o vigilancia o descalificación o juicio o aceptación es un punto de partida.