¿Qué es el trauma y cómo curarlo? (… y II)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En el libro El cuerpo lleva la cuenta (Eleftheria, 2015), Bessel van der Kolk, médico pionero en el tratamiento del Trastorno por estrés postraumático, afirma que el trauma es la desconexión del cuerpo y de la mente, que esconde el recuerdo, el registro de la experiencia traumática, para proteger la supervivencia psíquica. El trauma interrumpe la historia personal y detiene la capacidad de seguir viviendo y contando la vida, más allá del trauma. La cura requiere reconectar al cuerpo con la mente, con métodos como el EMDR (acrónimo en inglés de Eye Movement Desensitization and Reprocessing, en español, Desensiblización y Reprocesamiento de Movimientos Oculares) que ha tenido buenos resultados en casos de accidentes, abusos sexuales y violencia. Hay partes del cerebro que responden en modo automático a detonantes que remiten al trauma original: imágenes, sonidos, olores. La reacción es como si lo que pasó hace mucho tiempo, estuviera pasando ahora mismo. Quizá no se recuerda el hecho con toda claridad pero sí se revive en el cuerpo. El trabajo para curar el trauma es que el recuerdo sea eso: un recuerdo y no algo que está pasando en este momento (el psicoanálisis dice que para el inconsciente no hay tiempo). Los traumas colectivos son más fáciles de curar porque se comparten y se pueden procesar en grupo, a diferencia de los individuales, que provocan un sentimiento de vergüenza y aislamiento.

Tenemos un sistema creador de significados. El cerebro está programado por la experiencia para saber qué esperar. Es por eso que las experiencias tempranas modelan la percepción del mundo. Van der Kolk explica, lo que en psicoanálisis se llama Identificación con el agresor, como la programación del niño para mantenerse cerca de sus cuidadores. El niño tiene que negar la realidad de que lo maltratan o se culpa: me pegan, abusan de mí, porque soy malo y me lo merezco. Es así como a partir del abuso y la violencia, la identidad cambia: la víctima cree que es un ser humano defectuoso y que hay algo podrido dentro de ella. También cree que quizá exagera, que tal vez inventó algo de lo que recuerda. Todo esto sirve para mantenerse dentro de una familia, un trabajo o una comunidad. La racionalización del trauma no impide que el cerebro produzca hormonas de estrés que derivan en anormalidades inmunológicas, tensión muscular, fibromialgia y otras enfermedades. El cuerpo se comporta como si siguiera en peligro.

La vergüenza es la emoción dominante en los sobrevivientes de trauma, que a veces quieren vengarse o maltratar o tienen fantasías de matar a alguien que les recuerda el abuso. Se avergüenzan porque no pueden confiar en sí mismos y en sus reacciones. No pueden estar con otras personas por miedo a tener conductas inapropiadas o a estallar con la gente más cercana. Van der Kolk sostiene que la cura por la palabra tiene límites. Reconocer el trauma y nombrarlo puede no ser suficiente para curarlo, por lo que es necesario recablear el sistema nervioso. Una memoria demasiado aguda es mucho menos sana que una menos precisa. La memoria fotográfica cuenta la misma historia una y otra vez, con una gran dificultad para experimentar novedades, asumir una identidad distinta y observar qué siente el cuerpo. Vivir traumatizado es vivir en un mundo muy limitado, lleno de temor, invadido por el miedo de perder el control o de verse abrumado por algún detonante. Algunas propuestas de este psiquiatra para curar el trauma son el psicodrama, programas de autorregulación para aprender a calmarse, EMDR, yoga, meditación y ensayo clínico de Fase I con MDMA.

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