Valeria Villa

A veces la bondad vende: This is us*

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Después de 6 años, 6 temporadas y 618 capítulos, terminó la exitosa serie This is us. La traducción literal sería: somos nosotros, aunque sería más preciso esto somos, porque la trama se trató siempre de mostrar a una familia tal y como era, para que los espectadores siguiéramos su historia a lo largo del tiempo.

Podría parecer una telenovela más, de esas que duran años, con la diferencia de que la fuerza de la historia se centró en los vínculos familiares y sus complejidades: Por qué una madre prefiere a un hijo o lo sobreprotege por encima de los otros. En qué momento una niña convierte a la comida en su lugar de felicidad y de contención, pero también dónde pone toda su tristeza y su angustia frente a la pérdida. Cuántos secretos se guardan en las familias provocando sentimientos de traición. La rivalidad por el amor de los padres, los recuerdos de las pequeñas cosas de la vida como parte fundamental de la identidad y del legado para las nuevas generaciones.

Los escritores de la serie quisieron retratar una visión hermosa de la vida, que podría considerarse artificial y afectada, excepto porque es realista y verosímil. Aunque la pareja formada por Rebecca y Jack parecía perfecta, los guionistas siempre se encargaron de humanizarlos. Jack quería ser el mejor padre del mundo y no repetir la historia de trauma con sus padres, pero se lleva a los límites de la omnipotencia y le cuesta la vida. Jack, que pensaba que todo lo podía, que nada era imposible, que el amor todo lo arreglaba, abandonó a su familia por no ser capaz de pensar en sí mismo. Rebecca parecía una madre invencible, pero nunca se recupera de la pérdida de Jack y siempre lamenta que su amor no sea suficiente.

Randall, el hijo perfecto, el más inteligente, buen estudiante, buen hijo, buen hermano, desarrolla un trastorno de ansiedad con ataques de pánico incluidos, porque de él sólo se espera perfección. Se queda solo por ser el hijo menos conflictivo, observando a sus padres ocuparse de sus hermanos. La angustia se lo devora porque se convierte en el apoyo moral de Rebecca cuando Jack ya no está. Randall, el hijo adoptivo de la familia Pearson, se enfrenta con problemas de identidad por ser un negro criado en un ambiente de blancos y pasa décadas sin poderlo hablar. Kevin se convierte en un alcohólico anónimo, después de haber destruido relaciones y oportunidades por sus problemas con la bebida, pero también por haber crecido a la sombra del hermano impecable mientras él era mucho menos generoso y mucho menos perfecto, sintiéndose el tonto o el menos talentoso. La relación madre-hija es retratada con todos sus desencuentros. Kate estaba enamorada de su padre y resentía la perfección de su madre, bella, esbelta y muy preocupada por el peso de su hija. Kate, que carga la culpa de la muerte de su padre. Todos cargando la sombra y la ausencia de un padre y esposo fuera de serie, capaz de dar más amor que nadie y dejando un precedente muy difícil de igualar.

Cada personaje evolucionó, se contaron decenas de historias del pasado, del presente y del futuro y nos hicieron sentir testigos de unas vidas reales, comunes y corrientes, extraordinarias en función de la capacidad de dar, de ser generoso y de perdonar. Se abordaron los grandes temas: el amor, el divorcio, la rivalidad y el amor entre hermanos, los hijos adoptados, la obesidad, la discapacidad, la muerte, el duelo, la vejez, las diferencias raciales, el Alzheimer, la paternidad y la maternidad, los secretos de familia, las lealtades transgeneracionales, el continuo que es la personalidad.

Llorar fue la reacción casi unánime frente a esta historia. Porque toca nuestros recuerdos de infancia, porque es un homenaje a la importancia de la memoria en el sentido de la vida. Porque nos recordó que el presente es un eslabón de la cadena de la vida, unido irremediablemente al pasado. Porque al verla recordamos que seguimos siendo los niños que fuimos: el niño difícil, caprichoso, egoísta; el hijo perfecto, responsable, el héroe; la niña insegura, indecisa, paralizada por el duelo y en rivalidad con la madre. Porque este retrato de familia nos lleva a pensar en la nuestra, en nuestros aprendizajes, en la vida escolar, en unas vacaciones, en un día de alberca. Porque la felicidad común y corriente es quizá nuestra más profunda aspiración. Esa que sentimos una tarde en la que nuestra madre o nuestro padre nos llevó a los columpios del parque. Porque la vida cotidiana sólo cobra sentido gracias a los lazos, es decir, gracias al amor que podemos dar y recibir. Porque Rebecca y Jack son los padres que todos hubiéramos querido tener o ser. Porque su vocación a hacer familia nos hace pensar, quizá, en la generosidad que no hemos podido desplegar o con la que quisiéramos ser recordados. Porque tal vez, igual que Jack y Rebecca, el único deseo que tenemos como padres, es educar hijos que sean buenas personas. Porque nos recuerda que si nos preocupamos demasiado por el futuro, nos perderemos la belleza de los pequeños momentos. Porque una serie que habla del amor que llevamos dentro, como la única fuerza que nos guía, sin pudor alguno, conmueve.

Después de estos años viendo This is us, los millones de espectadores que la amamos, nos sentimos menos cínicos, menos insensibles, menos asustados de parecer cursis, con la intención de no olvidar que el amor, en todas sus formas, es el sentido de este viaje que termina con la muerte.

*(Se puede ver en Amazon Prime y en Star+).