La influencia principal de la filosofía mexicana durante las primeras dos décadas del siglo XX fue la francesa. Antonio Caso y José Vasconcelos fueron deudores del espiritualismo francés y, en particular, de la obra de Bergson. En el periodo de entreguerras, presenciamos una progresiva germanización de la filosofía mexicana. Los filósofos mexicanos se entregaron al estudio de la filosofía alemana.
La lista de autores que publicaron estudios sobre la filosofía teutona en esos años incluye a figuras como Antonio Caso, Samuel Ramos, José Romano Muñoz, Adalberto García de Mendoza, Eduardo García Maynez, Francisco Larroyo, Guillermo Héctor Rodríguez y Adolfo Menéndez Samará, entre otros.
La revista Contemporáneos contó con dos filósofos en su índice de autores: Samuel Ramos y José Romano Muñoz. Al segundo se le recuerda por su larga y distinguida carrera docente; de 1918 a 1965 fungió como profesor titular en la Escuela Nacional Preparatoria. Como fruto de esa labor magisterial, Romano publicó en 1938 El secreto del bien y del mal, que fungió como libro de texto para la asignatura de Ética en la Escuela Nacional Preparatoria durante décadas. Miles de alumnos se formaron con esta obra.
El libro lleva un prólogo de Eduardo García Máynez en el que describe la posición filosófica de Romano Muñoz, compartida por el prologuista. García Máynez afirma que las dos obras fundamentales en el campo de la ética en el siglo XX eran: Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, de Scheler y la Ethik, de Hartmann. Ambos libros, indica, no habían sido traducidos al español. La virtud de la obra de Romano Muñoz era ofrecer la primera exposición sistemática de la ética material de los valores defendida por ambos en las obras citadas.
“Al igual que las entidades matemáticas, los valores no existen en el espacio-tiempo, son abstractos, pero ello no implica que no sean algo y que no puedan conocerse de una manera a priori. La finalidad de El secreto del bien y del mal es explicar a los jóvenes los problemas centrales de la ética”
[caption id="attachment_894702" align="aligncenter" width="696"] Samuel Ramos (en la imagen) y Romano Muñoz, se suscribían a la teoría de los valores de Scheler y Hartmann. Foto: Especial[/caption]
Scheler y Hartmann, fueron, sin duda, los autores alemanes más influyentes de la filosofía mexicana hasta mediados del siglo anterior; por encima de Windelband, Rickert, Natorp, Cohen, Dilthey, Husserl e incluso Heidegger. De acuerdo con su ética material, los valores no son objetos físicos ni psicológicos, sino objetos sui generis. Al igual que las entidades matemáticas, los valores no existen en el espacio-tiempo, es decir, son abstractos, pero ello no implica que no sean algo y que no puedan conocerse de una manera a priori. La finalidad de El secreto del bien y del mal es explicar a los jóvenes los problemas centrales de la ética y ofrecer una respuesta a dichas preguntas desde la ética material de los valores de Scheler y Hartmann.
La preocupación de Romano Muñoz es, sobre todo, pedagógica. Lo que buscaba el autor era ofrecer a los alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria —que en aquella época consistía en la vanguardia intelectual de la juventud mexicana— una base sólida para que fueran capaces de fundar su vida moral, tanto individual como social. Romano Muñoz no enseñaba una ética imperativa. Esta ética, afirma, se torna represiva y, a la larga, negativa.
Tampoco inculcaba una ética empírica, que, en su opinión, deriva inevitablemente en el relativismo moral. Y tampoco consideraba que el estudio de la ética kantiana, demasiado formalista, sirviera para orientar de manera genuina la vida moral. Romano Muñoz pensaba que la ética que requerían los mexicanos de su tiempo era una ética que les instruyera acerca de la existencia de una realidad independiente y universal de los valores, para que de esa manera pudieran comprender de manera racional por qué se debe actuar de cierta manera. Samuel Ramos sostuvo lo mismo en su obra Hacia un nuevo humanismo (1940), en donde también suscribe la teoría de los valores de Scheler y Hartmann; y Eduardo García Máynez defendió lo mismo en su Ética (1944).
“La preocupación de Romano Muñoz es, sobre todo, pedagógica. Lo que buscaba el autor era ofrecer a los alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria —que en aquella época consistía en la vanguardia intelectual de la juventud mexicana— una base sólida para que fueran capaces de fundar su vida moral, tanto individual como social”
Es destacable que los estudios de Romano Muñoz, Ramos y García Máynez dentro de la axiología objetivista se hayan realizado en el periodo cardenista, cuando la moral inculcada desde el gobierno era de tendencia marxista. Cualquiera de ellos tres pudo haber escrito, en el gobierno de Ávila Camacho, una sólida y rigurosa “cartilla” para la Secretaría de Educación Pública, pero la suya hubiera sido una cartilla “ética” en vez de una “moral”, y la ética que hubieran defendido no habría sido, como la de Alfonso Reyes en su Cartilla Moral, ni aristotélica ni cristiana, sino scheleriana y hartmanniana.