La pregunta más importante que nos debemos hacer sobre las conferencias matutinas del Presidente López Obrador es si los recursos públicos (nuestros) se están usando para generar una rutina de transparencia y rendición de cuentas o para implementar, cinco días a la semana, un instrumento de propaganda y difusión presidencial.
Las conferencias en las que se ha hablado del operativo de Culiacán han sido reveladoras en ese sentido: han mostrado a un Presidente molesto ante los cuestionamientos, ofendido por las críticas y frustrado de que la prensa parezca no entender la magnitud histórica de la Cuarta Transformación. El seguimiento que SPIN TCP ha dado a las conferencias matutinas del Presidente (http://www.spintcp.com/conferenciapresidente/) permite poner en perspectiva lo que ha ocurrido en dicho espacio durante los últimos días.
El viernes 18 de octubre, un día después del operativo en Culiacán, el Presidente dio su conferencia desde Oaxaca —no desde Sinaloa—. Esa conferencia superó el millón de “vistas” en Facebook, más del doble de las vistas promedio: la ciudadanía, ansiosa de información, acudió a la que debería ser la fuente primaria. Pero AMLO dio la información mínima indispensable, trasladó a su Gabinete de Seguridad la responsabilidad de informar, señaló a Reforma y Milenio, y cerró la conferencia recriminando a los periodistas por seguir preguntando sobre lo ocurrido en Culiacán: “Ya en un momento más hay información. […] Espérense, serénense, tranquilícense”.
El miércoles 30 de octubre, 13 días después del operativo, finalmente el Presidente otorgó un espacio de su conferencia para informar la línea del tiempo de toda la operación. En las ocho conferencias entre el 17 y el 30 de octubre se destinó espacio para informar sobre las giras del Presidente, el nuevo sistema de salud, los precios de los combustibles (dos veces), los avances en las negociaciones del T-MEC y la campaña contra las adicciones; se desmintió una nota de Reforma y se mostró un video con los primeros avances del aeropuerto de Santa Lucía…, pero no se detalló el operativo. El 30 de octubre, el Presidente no admitió preguntas: argumentó que ya se había dado mucha información (lo cual era cierto), que al día siguiente se responderían todas las preguntas al respecto.
Ayer, jueves 31 de octubre, se dio la conferencia más desastrosa —y larga— que AMLO ha tenido. Los periodistas pidieron las aclaraciones que les habían prometido el día anterior. El Presidente respondió llamándolos amarillistas, reprochando a La Jornada, amenazando dos veces con terminar la conferencia y recordándoles una vieja frase despectiva: “muerden la mano que les quitó el bozal”.
Podría sonar deseable que un Presidente dedique, desde su primer lunes de Gobierno, hora y media diaria, de lunes a viernes, a dar a sus gobernados un informe claro de sus actividades y decisiones, sustentando sus dichos con cifras y aportando evidencia de los avances logrados. Pero eso no es lo que está pasando en Palacio Nacional.