Eudemonología es una palabra inventada por Schopenhauer. Junta dos términos griegos: “feliz” y “tratado”. Es, pues, el estudio de la vida feliz, o incluso “el arte de ser feliz”, como lo han interpretado algunos editores. Curioso, que el rey del pesimismo haya escrito un tratado de la felicidad, pero no tanto si lo leemos con cuidado, pues para Schopenhauer es una insensatez aspirar constantemente a la felicidad, pues la vida nos depara dolor y sufrimiento (coronados por la muerte).
De pensamiento práctico, su eudemonología consiste en procurar un presente tranquilo, indoloro y soportable, no estropeado por el anhelo de alegrías imaginarias o preocupaciones de cara a un futuro que es siempre incierto. Toda la vida, dice, “no es más que un trozo algo más largo del presente”. Ése es nuestro único tiempo: hay que aprender a disfrutarlo.
Para ello, para vivir tranquilamente en el presente, debemos conocernos, cosa no fácil, pues “aunque siempre somos la misma persona, no siempre nos comprendemos a nosotros mismos”. Tenemos un carácter empírico, cuyas manifestaciones corresponden al ser humano en general, y podemos estacionarnos ahí, aspirando a todo, deseando todo como niños y condenados a sufrir, o construir, con base en la experiencia, un “carácter adquirido”, que consiste en comprender lo que queremos y lo que podemos dentro del vasto conjunto de las posibilidades. La experiencia nos enseña, o debería de hacerlo, a reprimir los apetitos por tendencias que sencillamente no son adecuadas a nuestro carácter o aptitud. Schopenhauer usa como ejemplo la doctrina del derecho de Hobbes: en un origen, todos tienen derecho a todas las cosas pero a ninguna en exclusividad, pero cada quien puede obtener un derecho exclusivo a cosas singulares cuando renuncia a su derecho a todas las demás, mientras los otros hacen lo mismo. La renuncia a mucho es crucial para la obtención de poco: aquello que podemos alcanzar con seriedad y fortuna. No basta, pues, con saber lo que queremos, debemos saber lo que podemos. Sólo así daremos pruebas de nuestro carácter.
Qué difícil, en una época marcada por los trending topics o tendencias, manifestarnos como individuos, con carácter adquirido, conocedores de nuestras deficiencias y de nuestras verdaderas posibilidades, de nuestra voluntad (el concepto favorito de Schopenhauer), sin dejarnos seducir por estados de ánimo o sugerencias externas. Si logramos averiguar dónde están nuestras capacidades, fomentaremos “nuestras disposiciones naturales sobresalientes para usarlas y aprovecharlas de todas las maneras posibles, y nos encaminaremos siempre en aquella dirección donde son útiles y válidas”, evitando los intereses para los que por naturaleza tenemos poco talento. Hay que evitar mostrar puntos fuertes que no tenemos (“jugar con moneda falsa”), y mejor tener la alegría de experimentar nuestras capacidades. Así se evita el sufrimiento, y ya vimos que para el filósofo no sufrir es ser feliz, es decir: no ser infeliz, una de las reglas de su muy recomendable eudemonología. Ahora que se acercan los propósitos de Año Nuevo, no estaría mal pensar en nuestras verdaderas capacidades y en enfocarnos en ellas, cuidándonos de intentar hacer lo que de todos modos no vamos a lograr.