Los militares y el cambio de régimen

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Foto: larazondemexico

Durante una buena parte del siglo XX, las palabras América Latina y golpe de Estado formaban parte de la misma oración con una regularidad pasmosa: al menos hubo 62 episodios de esta naturaleza en la región. Y en el siglo XXI tampoco han quedado olvidados: diez casos más se han presentado, algunos exitosos, como el que echó a la calle a Manuel Zelaya, en Honduras, en 2009; otros fallidos, como el que vivió Rafael Correa, en Ecuador, en 2010.

Un golpe de Estado implica una sucesión de poder fuera de las formas legales o institucionales. Por su naturaleza, en la mayor parte de los golpes de Estado uno de los jugadores más importantes resulta ser el ejército. Ya sean como fiel de la balanza o como perpetradores directos de la toma del poder, los militares, con su capacidad bélica y de movilización, suelen formar parte directa de los conflictos por tomar la dirección del Estado.

Sin embargo, la importancia de los militares en los cambios abruptos de poder parece depender del contexto institucional en el que se encuentren. Ahí en donde existen vías legales y democráticas, así como un Estado de Derecho eficaz, echar a la calle a un presidente y su camarilla puede hacerse prácticamente sin que el ejército participe, ya que existen mecanismos de remoción anticipada o simplemente se les cambia por la vía de las urnas. Como bien sugieren Aníbal Pérez Liñan y John Polga-Hecimovich en un artículo titulado “Explaining military coups and impeachments in Latin America”, las crisis de gobierno escalan fácilmente a crisis del régimen, y por ende a quiebres democráticos, cuando se bloquean los caminos legales para la remoción de los funcionarios indeseables.

Sabiendo esto, la mejor estrategia para cualquier político con tendencias autoritarias y deseos de perpetuarse en el poder que pretenda cerrar los caminos legales que podrían llevarlo a perder el cargo es tener a los militares de su lado. El gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela ha logrado aferrarse al poder, a pesar de la abrumadora presión internacional y nacional que ha suscitado el nombramiento de Guaidó como presidente interino, debido a que los militares no sólo han recibido grandes beneficios por parte del régimen, sino porque en muchos casos los altos mandos han sido cómplices directos de los delitos que ha cometido el chavismo. La caída abrupta de Maduro implicaría también su caída, por lo que tienen todos los incentivos para permanecer y sostener al régimen a pesar de todo.

Precisamente por ello uno de los puntos clave de la oposición ha sido mandar un mensaje a las fuerzas armadas pidiéndoles desconocer al régimen del dictador y apoyar a la transición a cambio de una amnistía. Aún es incierto si esta estrategia funcionará, pero tienen que hacerlo porque saben que los militares pueden ahogar a la oposición en sangre o dejar en la calle a Maduro ahora que la apuesta ha subido, al haber saltado valerosamente frente al dictador. En una democracia, la importancia de los militares en la política interna debería ser la menor posible, pero ahí donde las instituciones son débiles, los militares tienen mano.

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