Estamos próximos al Foro Económico Mundial en Davos, donde los líderes del mundo discutirán el rumbo de la economía y realidades que la afectan, como el cambio climático, la migración y los conflictos armados. Tras la devastación sufrida en Australia, se espera que el tema del clima domine el Foro, sin embargo, existen otros factores igual de catastróficos para la humanidad.
Si bien la guerra y los desastres naturales provocan un fenómeno migratorio que va en aumento, amenazando los equilibrios económicos y poniendo a prueba los valores de la humanidad, es la desigualdad social la desgracia escondida de nuestro tiempo. Cada vez más personas están excluidas de la economía. En México, nacer en pobreza es una sentencia casi inescapable porque la movilidad social es nula. Esto se debe a las grandes inequidades que hay entre grupos económico-sociales.
Recogiendo los datos publicados por Oxfam International, de cara al foro de Davos, nos encontramos con absurdos que hieren el sentido de la justicia. Los 22 hombres más ricos del mundo tienen más dinero que TODAS las mujeres que viven en África. 2 mil 153 billonarios tienen más dinero que 4.6 billones de personas. El 1 por ciento más rico del mundo tiene más del doble de riqueza que 6.9 billones de personas. La brecha entre los ricos y los pobres está creciendo a una velocidad alarmante. Éste es el resultado del capitalismo salvaje, individualista y sin sentido comunitario.
El reporte ahonda en otro fenómeno social que es innegable y que agrava la crisis señalada: la población está envejeciendo y cada vez más se necesitarán figuras de asistencia dentro de los hogares. La asistencia a los viejos o desvalidos cae mayoritariamente en la mujer, hecho sumado a las ya graves injusticias económicas que ella sufre. Se estima que el trabajo de cuidado sin paga que realizan las mujeres asciende a más de 10 trillones anuales. Para que exista un sistema en el que la riqueza se acumula tanto en la punta, se necesita que una gran cantidad de personas quede descobijada. En este caso, la mujer, figura principal de los núcleos familiares y cada vez más la única cabeza en las familias monoparentales, paga el costo de la precariedad.
Los gobiernos deben implementar políticas inteligentes que equilibren la carga en la mujer, que implica el cuidado de los hijos y los ancianos. Que la mujer sea reconocida como un factor económico activo, revitalizaría y haría más equitativa la economía.
Una correcta carga fiscal a las élites y un justo reparto por medio de estructuras de apoyo y asistencia, para el cuidado de los grupos más vulnerables, serían medidas con un efecto verdadero en la brecha que hay entre las clases sociales y sacaría a la movilidad social del terreno de la ciencia ficción.