El dueño de la agenda, el avión y los distractores

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Foto: larazondemexico

Desde sus más fieles seguidores hasta sus más férreos opositores, la habilidad como comunicador del presidente Andrés Manuel López Obrador es reconocida unánimemente. Y en particular, nadie pone en duda su capacidad de fijar la agenda pública.

AMLO ha marcado la agenda como nadie en México los últimos casi 20 años. Ocupando un cargo público o no.  Desde su paso como Jefe de Gobierno de Distrito Federal, hasta su andar de casi 12 años como líder opositor, lo que dijera era nota, generaba reacciones, investigaciones y debates. Fue, por 18 años, indudablemente el líder de la oposición en México.

Ahora como presidente, llevamos 14 meses con una agenda marcada de manera casi absoluta por él. Desde sus conferencias mañaneras, dicta la línea del debate público nacional. No hay quien pueda competirle.

Cuando alguien es dueño de la agenda como él, sabe que tiene diferentes herramientas a su disposición. Desde la posibilidad de atraer la atención de la gente para posicionar y explicar, en sus términos, temas complejos como fueron el combate al robo de combustible o la creación de la Guardia Nacional; hasta el poder de desviar la atención, en momentos de crisis. Los distractores.

De estos últimos los ejemplos sobran. Empezando por la petición de una disculpa al gobierno de España, siguiendo con los videos de la llanta ponchada de su camioneta en una gira. Pero quizá ninguno más emblemático que el anuncio de la rifa del avión presidencial.

El avión por sí mismo es un símbolo. AMLO lo convirtió en eso después de años de utilizarlo para ejemplificar la corrupción, el dispendio y la lejanía entre la clase gobernante y la ciudadanía.

Como elemento de campaña fue, indudablemente, no sólo válido, sino efectivo. Pero eso no significa que el resultado vaya a ser el mismo desde el gobierno.

Hoy, parece que AMLO está abusando de este recurso, sobre todo porque el país está en medio de una enorme incertidumbre en el sector salud, de cifras diarias que siguen reflejando una crisis de inseguridad y con pocas buenas noticias económicas que comunicar.

Pero aún en este difícil escenario, el éxito de esta táctica distractora depende, como en la mayoría delos debates, del adversario.

Si López Obrador fue, sin duda, la cabeza de la oposición en México los últimos 18 años, el mayor vacío que dejó su triunfo en las elecciones presidenciales de 2018 fue precisamente ese, el del líder de oposición. No hay nadie que combine el atractivo mediático, el arrastre popular y el apasionamiento entre sus detractores, para ocupar naturalmente ese espacio.

Y es precisamente ese vacío el que le permite este control de la agenda al presidente y del que depende que pueda seguir haciéndolo.

Mientras desde la oposición no se presente un liderazgo atractivo, con una narrativa más allá del oportunismo de estar en contra del gobierno por representar a otro partido, el escenario seguirá siendo de AMLO.

Esos referentes, nacionales o locales, que ofrezcan a los ciudadanos razones para voltearlos a ver, para “subirse” a sus causas y así posicionarlas y apropiarse del debate, deben ser la prioridad de los partidos de oposición para competir rumbo a 2021.

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