Los sindicatos y la 4t

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El Presidente López Obrador ha sostenido en repetidas ocasiones que su triunfo representa un cambio de régimen. El ámbito laboral es un buen ejemplo de ello. Tras un año en el Gobierno, es un hecho palpable que la forma en que se relacionan Gobierno federal y sindicatos está cambiando.

Los sindicatos fueron elemento central del sistema político en el siglo XX. De manera simultánea, mientras representaban intereses frente al Estado mexicano formaban parte de éste, como uno de los sectores del partido hegemónico, con representación en las Cámaras legislativas u ocupando posiciones en el Gobierno. Una dualidad que los fortalecía día con día, al tiempo que los comprometía con el proyecto político en turno.

Los últimos 25 años se caracterizaron por una prevaleciente “paz laboral”: mínimos emplazamientos a huelga, pocas modificaciones a la legislación, precaria rotación en los liderazgos de las organizaciones sindicales (públicas y privadas), estrecha relación entre dichos líderes y autoridades, y se mantuvo la participación corporativa de sindicatos en partidos políticos y procesos electorales.

En un claro contraste, una de las primeras reformas que se concretó con AMLO fue la Reforma Laboral. Se trata de una reforma de profundo calado, que conjuntó, por un lado, la visión del Presidente en torno a la democracia sindical y las exigencias de Estados Unidos en el marco de la negociación del T-MEC. La reforma tendrá impacto inmediato en los sindicatos; y lo más relevante es que tiene la supervisión directa del vecino país del norte.

Los viejos líderes priistas observan con atención los cambios en la materia; las reacciones han sido distintas. Carlos Romero dejó el sindicato petrolero y enfrenta una situación jurídica compleja. Carlos Aceves, inesperadamente declaró que está enfermo y que valora su futuro inmediato al frente de la CTM. Joel Ayala renunció al PRI; y algunos más, como Isaías González y Tereso Medina, buscan demostrar que todavía están vigentes e impulsan acciones en diferentes frentes.

Del lado de Morena, Napoleón Gómez Urrutia y Pedro Haces buscan fortalecer sus centrales obreras; con visiones y proyectos contrapuestos buscan capitalizar el desmoronamiento de las otrora poderosas organizaciones sindicales vinculadas al PRI. La UNT, de Francisco Hernández Juárez, también analiza cómo aprovechar este escenario. Entre ellos compiten por construir la central que sustituya a la CTM y se visualizan como los nuevos referentes.

La realidad es que ni el Presidente, ni EU tienen en mente un cambio cosmético; ni sólo un relevo en el liderazgo de las centrales obreras. De implementarse puntualmente la reforma, la existencia de estas centrales estará en duda. No sólo porque la ley prevé una verdadera democracia sindical, sino porque las organizaciones sindicales ya no serán la columna vertebral de la estructura de poder.

En el pasado se decía que los líderes de las principales organizaciones sindicales “llegaban y se iban por razones de Estado”. Esta máxima ha perdido vigencia. El Presidente no los necesita y los ve hasta con cierto grado de desconfianza. La amplia popularidad que goza AMLO le permite gobernar prescindiendo del control corporativo de sindicatos y otras organizaciones gremiales, incluyendo su propio partido político.

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