Meditar está de moda. Y lo está porque sus beneficios son múltiples, según corroboran numerosos estudios que hablan de reducción de estrés, aumento de la concentración, mejora de la calidad del sueño, así como otros beneficios físicos entre los que se incluyen la disminución de la presión arterial o una mejoría de la vista, entre otros.
Sin embargo, es muy frecuente que, a pesar del entusiasmo inicial por comenzar una práctica nueva que promete tanto, a las pocas semanas se abandone por ser incapaz de conseguir la paz mental que se persigue.
Raúl de la Rosa, autor de “Serena Mente”, explica qué hacer con los obstáculos más habituales.
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No puedo dejar la mente en blanco. efectivamente, no se puede. La clave está en dejar pasar los pensamientos sin ningún tipo de juicio ni censura. Acepta que están ahí y déjalos pasar sin añadir ninguna emoción.
Si uno se enfada, se pone nervioso o se lucha contra ellos se les da más fuerza. Simplemente hay que aceptarlos y dejarlos pasar. No me encuentro cómodo sentada en el suelo, las piernas cruzadas y la espalda recta. De la Rosa explica:
“No es necesario tener una postura determinada para aquietar la mente. Lo importante, sobre todo al principio, es estar cómodos. Podemos estar sentados en el suelo, en una silla o incluso tumbados. La única precaución es no quedarse dormidos”.
No puedo mantener la respiración profunda. Al principio el ritmo de la respiración no tiene mucha importancia. Puede ser más o menos corta o más o menos profunda en función del entrenamiento que tengamos y de nuestro estado de ánimo. Lo que sí es fundamental es intentar ser consciente de ella.
No consigo olvidar mis preocupaciones, problemas y emociones negativas. La clave está en no luchar contra nada ni rechazar nada. Hay que aceptar todo lo que sucede como parte de la experiencia, como en realidad es la vida y poco a poco irán perdiendo fuerza.
Llevo un tiempo con la técnica pero mi objetivo no se ha cumplido. Esperar un resultado concreto, querer controlar el proceso, tener un objetivo más allá de simplemente aquietar la mente, es un error.
El tener un objetivo premeditado puede llevarnos a un callejón sin salida con pensamientos supuestamente positivos e ilusorios, pero esto no es meditar. Los beneficios vendrán, pero no hay que buscarlos. El objetivo es uno y simple: meditar.
Para tener éxito, el autor del libro explica la técnica de la mente serena, sobre la que se asienta cualquier tipo de meditación. Se apoya en una sencilla práctica que debe ser realizada al principio de manera corta y frecuente, y poco a poco ir prolongando su duración.
En una posición cómoda, sentados o tumbados (eso sí, como se ha indicado antes, sin quedarnos dormidos) respiramos por la nariz e imaginamos que el aire entra en forma de energía sutil por la parte de arriba de la cabeza, por la coronilla. Dejamos que esa energía impulsada por la respiración baje por la columna vertebral hasta llegar al coxis.
Desde ahí, al exhalar por la nariz, hacemos el recorrido inverso pero, en vez de salir por la coronilla, la energía sutil sale, mentalmente, a través de la espiración por el entrecejo o por un punto situado uno o dos dedos por encima. Es sencilla pero muy poderosa. La clave es ser consciente de nuestra respiración, del flujo de energía.
La mente debe estar atenta pero sin forzarla. “Si intentamos forzar la concentración, la mente, en lugar de abrirse se cierra, y esto no es lo que perseguimos. De hecho, no hay que forzar o dirigir la respiración, tan solo hay que indicarle el camino y observar cómo fluye”, sostiene De la Rosa.
Leyendo el libro ‘Serena Mente’, se llega a la conclusión de que más que hacer, lo importante es no hacer. El autor recuerda que si queremos avanzar en nuestra práctica debemos aceptar lo que aparezca.
Según el momento que estemos atravesando, una vez cerramos los ojos nos puede venir estrés, ansiedad, enfado, temor... No debemos ocultarlo o tratar de eliminarlo, es una parte fundamental del momento que vivimos y, como tal, debemos observarlo serenamente.
“En la meditación no hay que evadirse, sino que encontrarse. Meditar no significa aislarse. La práctica no es con uno mismo sino con el mundo”.
Poco a poco uno va comprendiendo que, al sumergirse en la práctica de la mente serena, que todo es meditación, porque no se trata más que de ser plenamente consciente de lo que sucede. Con el tiempo la respiración se estabiliza, se aquieta; las pulsaciones bajan, el corazón late acompasadamente; la mente y el cuerpo se relajan, y los beneficios no suceden durante la práctica de la mente serena sino que se mantienen tiempo después.
“Nuestra práctica nos lleva, como un río en su suave transcurrir, a abandonar la ira, la frustración, el temor o los objetivos ilusorios. Es un estado donde la mente permanece en sí, sin obstáculos, sin tergiversación. Entonces comprendemos que no existe un estado de mente en blanco; existe la mente serena, la mente cuyo movimiento es suave y ondulado en vez de recto y atropellado”, concluye Raúl de la Rosa.
Con información de Notimex.
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