La tiroides es una pequeña glándula en forma de mariposa que se ubica en la base del cuello y que produce hormonas necesarias para el metabolismo y el crecimiento. La aparición de células malignas en esta glándula es lo que se denomina cáncer de tiroides.
El cáncer de tiroides es más frecuente en mujeres que en hombres y se sitúa sobre todo en la franja de edad de entre 20 y 40 años. Se trata del tumor endocrino más generalizado y del tipo de cáncer que más está creciendo, hasta el punto de que su incidencia se ha triplicado en los últimos treinta años. En España se detectan unos tres mil casos al año.
Pero este crecimiento obedece probablemente no al aumento de la enfermedad sino al incremento y mejora de las pruebas diagnósticas actuales, que permiten detectar de forma incidental microcarcinomas y tumores pequeños en estadios iniciales. Casi la mitad de los nódulos tiroideos malignos se detectan de forma casual durante exploraciones radiológicas solicitadas por otros motivos o a través de otras cirugías benignas.
Baja mortalidad
En la mayoría de los casos, el cáncer de tiroides tiene un carácter poco agresivo, lo que, unido a su buen diagnóstico y a los avanzados métodos de diagnosis y tratamiento, hace que el incremento de casos no se haya visto acompañado de un aumento de tasas de mortalidad, que son bastante bajas. Según la Asociación Española de Cáncer de Tiroides (AECAT), lo superan el 95% de los afectados y su número asciende notablemente cuanto más precoz sea la detección de la enfermedad.
No están claras las causas del cáncer de tiroides. El único factor ambiental que ha demostrado de forma más clara su asociación con esta dolencia es la radiación ionizante recibida durante la infancia con finalidad diagnóstica o terapéutica en un proceso maligno, o bien en situaciones tales como un accidente nuclear. También parece estar relacionado con el déficit de yodo. Posibles factores de riesgo no claramente demostrados son la resistencia a la insulina, el tabaco y la exposición a nitritos y nitratos. Además, el antecedente de cáncer de tiroides en un familiar de primer grado o casos en la familia de síndromes familiares asociados -como la poliposis familiar o el síndrome de Cowden-incrementan el riesgo de malignidad de los nódulos tiroideos.
Es dudosa, en cambio, la atribución a la obesidad del cáncer de tiroides que en ocasiones han formulado algunos estudios. Existen varias hipótesis por las cuales podrían estar interrelacionados, tales como la inflamación, el estrés oxidativo y la resistencia a la insulina presentes en la persona obesa, pero lo cierto es que no se dispone de ninguna evidencia suficientemente sólida que justifique esta atribución.
Síntomas y tratamientos
Los síntomas del cáncer de tiroides no se detectan con facilidad en una primera etapa. Es habitual que se perciba tras la aparición de un bulto en la tiroides, que suele ir asociado a cierta dificultad para tragar, dolor en el cuello o la garganta y cambios en la voz.
La detección temprana del cáncer de tiroides se consigue en la actualidad con la ecografía cervical, a través de la que se identifican los nódulos tiroideos con síntomas de sospecha y el estudio citopatológico mediante punción. También se estudian los marcadores moleculares, que permiten la identificación de mutaciones y alteraciones específicas.
El tratamiento del cáncer de tiroides es quirúrgico. La doctora María Luisa de Mingo, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario La Luz de Madrid, del Grupo Quirónsalud, explica que esta cirugía depende del tamaño del tumor y de la extensión que haya alcanzado fuera de la tiroides, de tal manera que la intervención abarque la glándula de manera total o parcial. Y añade la doctora De Mingo: “En los casos cuyo riesgo de recurrencia lo requiera, realizamos un rastreo corporal total administrando una dosis de radioyodo con intención ablativa de los restos tiroideos. El radioyodo permite destruir tanto restos micro y macroscópicos tumorales como el tejido sano residual que pueda quedar tras la cirugía para minimizar el riesgo de nuevos tumores en pacientes de riesgo y permite mejorar la especificidad del marcador tumoral que usaremos durante el seguimiento.”
Así pues, como en tantas otras patologías, prevención es la palabra clave. El paciente es parte fundamental de este proceso, permaneciendo atento a su dolencia para ponerse cuanto antes en manos de los especialistas.
FGR