Algunas personas pueden salir a la calle y no sufrir las molestas picaduras de mosquitos, en cambio, hay quienes se convierten en una presa a pesar de usar repelente, pero ¿por qué ocurre esto?
Pues bien, los mosquitos dependen del dióxido de carbono para encontrar a sus huéspedes.
Cuando exhalamos, el dióxido de carbono no se mezcla inmediatamente con el aire, permanece concentrado cerca de nosotros, momento que es usado por los mosquitos para "cazarnos".
"Los mosquitos comienzan a orientarse hacia esos impulsos de dióxido de carbono y continúan volando contra el viento mientras perciben concentraciones más altas que las que contiene el aire ambiente normal", comenta Joop van Loon, entomólogo de la Universidad de Wageningen en los Países Bajos.
El ácido láctico que emitimos al respirar o a través del sudor también atrae a estos insectos.
Las personas más altas y las mujeres embarazadas emiten más ácido láctico y CO2, por lo que son "blancos" perfectos de los mosquitos.
La cosa se pone seria cuando los mosquitos están a aproximadamente un metro de un grupo de posibles objetivos.
En espacios reducidos, los mosquitos tienen en cuenta muchos factores que varían de persona a persona, como la temperatura de la piel, la presencia de vapor de agua y el color.
Grupo sanguíneo también influye
Un estudio realizado por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, asegura que las moléculas que contribuyen a nuestro olor corporal también tienen incidencia en que nos piquen más o menos los mosquitos.
Por otra parte, un estudio publicado en "Journal of Medical Entomology" demostró que las personas con tipo de sangre 0 son picadas el doble que las personas con sangre de tipo A.
JLE