El suicidio el martes de una adolescente en Malasia tras publicar en Instagram una foto y un mensaje en el que preguntaba a sus seguidores si debía seguir con vida o no, se convirtió en un asunto nacional.
La tragedia, que sacudió a la nación asiática y a medio mundo, volvió a poner el foco en la exposición del día a día de los jóvenes en internet y en la presión a la que están sometidos para demostrar que sus vidas son las más exitosas.
“Es realmente importante, ayúdenme a elegir D / L”, publicó la joven de 16 años. Las siglas de su mensaje hacían referencia a Death (Muerte) o Life (Vida). Aunque desde la aplicación dijeron que un 88% eligió Vida, los resultados pudieron haber cambiado cambiaron cuando se extendió la noticia del suicidio. Así, se leía que el 69% de los que respondieron la encuesta eligieron Muerte.
Lo que parece estar más claro es que, poco después de las 3:00 de la tarde hora local, la joven saltó al vacío desde lo alto de un edificio y, unas horas después, un grupo de hombres encontró su cuerpo sin vida, según la página web Malaymail.
Las autoridades malasias afirmaron que todavía están “realizando una investigación sobre la muerte para determinar si hubo otros factores que la indujeron”, ya que la joven tenía antecedentes de depresión.
El jefe de la policía del distrito de Padawan, Aidil Bolhassa, declaró que la niña había subido otro mensaje, esta vez en Facebook, en el que decía “quiero dejar esta jodida vida, estoy cansada”, y tampoco se había olvidado de enviar buenos deseos a sus amigos en Wechat.
Esa serenidad a la hora de despedirse en las redes sociales anterior a terminar con su vida, puso sobre la mesa la necesidad de iniciar una discusión a nivel nacional sobre la salud mental del país.
“Estoy realmente preocupado por el estado de salud mental de nuestros jóvenes”, aseguró el ministro de juventud y deportes de Malasia, Syed Saddiq. El dirigente no solo lo decía por la fallecida, sino por todos aquellos que con sus mensajes alentaron a la joven a suicidarse.
Pese a la falta de certezas sobre cuál fue el resultado final de la encuesta que la joven vio, la pregunta que muchos se hacían ayer era si la niña estaría viva si la respuesta mayoritaria en el sondeo hubiera sido Vida.
“¿El aliento de esos cibernautas influyó realmente en su decisión de quitarse la vida?”, se preguntaba z, un abogado y diputado en el estado noroccidental de Penang.
El parlamentario iba más allá y afirmaba que, dado que el intento de suicidio es una ofensa en Malasia, “se deduce que incitar al intento de suicidio también lo puede ser”, levantando la alerta sobre aquellos que desanimaron a la niña, que podrían afrontar pena de muerte o hasta 20 años de cárcel según las leyes del país.
La veda para buscar culpables, instigadores o cómplices de semejante tragedia ya se había abierto. Y le tocó el turno a la red social que al parecer no llegó a detectar esta posible llamada de socorro.
Desde Instagram, la jefa de comunicaciones, Ching Yee Wong, reconoció que “tenemos una gran responsabilidad de asegurarnos de que las personas que usan Instagram se sientan seguras y con respaldo”.
Además, instó “a todos a usar nuestras herramientas de informes y contactar a los servicios de emergencia si ven algún comportamiento que ponga en riesgo la seguridad de las personas”.
Sus palabras seguro que llegaron a los padres de la adolescente británica Molly Russell, que murió a los 14 años en 2017 tras haber visto, según sus progenitores, imágenes de suicidio y autolesión en la misma aplicación. Como consecuencia de aquel fatídico hecho, la red social lanzó el pasado febrero “pantallas de sensibilidad” con el fin de bloquear ese tipo de imágenes.
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