Memes, ciberfiestas y cibercitas: el mundo hiperconectado y vacío

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Foto: larazondemexico

He caído y me he reinventado, de la cama al escritorio y de la computadora a la tienda por hielo y whisky. Lo necesario para mantener el equilibrio. A estas alturas no sé cuántos niveles de confinamiento he desbloqueado. He estado en 13 ciberfiestas —y comienzan a gustarme cada vez más—, he flirteado por Bumble y comencé a sextear con personas con las que nunca creí hacerlo. Jamás me imaginé en un mundo tan necesariamente hiperconectado y vacío.

Ya pasé esa etapa donde se concilia el sueño a las 7 am del día siguiente; o esas tardes donde buscas el perdón por las veces que has herido a alguien; y también pasé por ese momento donde los ojos se quedan tan abiertos mientras piensas en las deudas, la falta de talento y el futuro.

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Desde luego la cuarentena no ha sido un jardín de orquídeas, hay momentos que la he pasado mal, con ansiedad, tristeza y estrés. Pero no puedo reprochar tanto, tengo en claro que quedarse en casa va de la mano de los privilegios. Y habrá que agradecer eso y lo mínimo que puedo hacer es no salir, sobre todo cuando en Ciudad de México hay 3 mil 157 casos positivos de COVID-19, al menos 575 personas entubadas y 268 muertos.

Pero luego de días de aislamiento social, ¿qué haces solo con tus propios demonios? Mi encierro tenía/tiene una salida: Internet. Primero me bastó con ver memes, después siguieron retos tontos en Facebook, pero ya la situación se convirtió en una sobreexposición que se diluye.

Y es un poco absurdo todo lo que pasa, pero le he encontrado cierto gusto. Por ejemplo, las ciberfiestas. ¿Cómo son? Gente conectándose a una videollamada por Zoom o Jitsi, todos beben, incluso bailan y alguien la hace de dj, también hay retos, el clásico “Yo nunca nunca”, o beber cada vez que Cristian Castro dice Azul en esa canción.

Hay otras ciberfiestas temáticas, donde la regla es no hablar de cosas serias o de política; otras que son a las 7 de la noche, durante la conferencia del subsecretario Hugo López Gatell, donde el reto es tomar un shot cada que alguien diga, por ejemplo, “Susana Distancia”, o un bonus triple si el funcionario dice: "como lo hemos venido anunciando".

Sí, es ridículo pero ante la falta de bares o fiestas reales, es el único refugio que nos queda. Conozco algunos lugares clandestinos en Ciudad de México, pero también cerraron por la pandemia de COVID-19. ¿Pero quién querría ir? Hay personas dispuestas a arriesgarse por cerveza y reguetón. Hace unos días me enteré de una fiesta clandestina. La estaban organizando algunos empleados de un bar, aprovechando que su jefe no los vigilaba. Pero el evento no se realizó, fui yo quien dio el pitazo al dueño del lugar.

Las cosas han cambiado tanto, incluso los dealers tienen nuevas disposiciones ante la epidemia del coronavirus. Hace unos días me llegó un “menú” a mi WhatsApp, donde ofertan toda clase de drogas: perico blanco y lavanda, eme, ácidos, como una decena de weed —incluida la lemon premium—, hachís y hasta pastillas de clonazepam. En dicho “menú” están los precios y los nuevos horarios de entregas a domicilio. Jamás he comprado, pero me llamó la atención un “Pelón pone rico”, que es el popular dulce de tamarindo enchilado, pero con mota.

La mayoría de mis amigas y amigos abrieron su cuenta en Bumble, una app de citas, era evidente que tenía que abrir la mía. Había usado Tinder y Adopta un chico, pero realmente nunca me llamaron tanto la atención. Me sorprendió esta nueva app porque al ver los perfiles, casi todos dicen que están aburridos y quieren conocer gente nueva, también buscan cibercitas o un amor de cuarentena. Real, “amor de cuarentena”.

La propia app te manda mensajes para atreverte a tener una cita virtual, y ¿qué significa eso? Que si haces match con alguien puedes dejar la posibilidad de entablar una videollamada.

Y tal es la búsqueda de cibercitas que la periodista española especializada en sexo, Noemí Casquet, ya sacó un manual en Instagram sobre cómo ligar en Internet. También lanzó un Live sobre masturbación femenina, y el punto era realizar una masturbación masiva online. Y sí, sucedió.

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Hay tantas cosas que están ocurriendo en Internet que en un parpadeo dejan de ser importantes. Tantos likes, tantos seguidores, demasiado flirteo y comentarios para nada. Comienza un día nuevo y la fórmula se repite. Memes y packs que borras porque tienes poco espacio de almacenamiento. Tu vida digital que olvidas, porque realmente no importa. Es solo un consuelo.

Así he ido atravesando el confinamiento, tratando de llenar el vacío con cualquier novedad en la Red. De la cama al escritorio y de la computadora a un desierto.

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