Generalmente, al hablar de Navidad, pensamos en fiestas, en posadas, en el famoso Guadalupe-Reyes y en vacaciones. Sin embargo, el sentido religioso que tienen estas fechas en realidad, no lo podemos dejar pasar.
Seguramente en estos días has escuchado hablar de la Novena de Navidad, la cual nos permite vivir una experiencia espiritual y reflexiva en tiempos en los que Jesús nació.
Precisamente todo se da alrededor del nacimiento del hijo de la Virgen María y de San José, así que hoy te contaremos un poco sobre el significado de la Novena de Navidad, así como la estructura o el orden en que debes realizar la reflexión diaria y durante cuánto tiempo debes llevarla a cabo.
¿Qué es la Novena de Navidad?
La Novena de Navidad es una tradición católica, la cual, como su nombre lo indica, consiste en realizar durante nueve días, oraciones, cantos y reflexiones previas al nacimiento de Jesús.
Este tiempo se dedica diario, durante esos nueve días, para renovar la fe, para reflexionar sobre la vida espiritual y, de alguna manera, prepararse para recibir al niño Dios con el corazón no sólo limpio sino también comprometido.
¿Cuándo comienza la Novena de Navidad?
La Novena de Navidad comienza el 16 de diciembre y termina el 24 del mismo mes, con la llegada al mundo del Salvador.
De acuerdo a los reportes históricos, esta tradición data del Siglo XVIII, cuando el sacerdote franciscano Fernando de Jesús Larrea, creó un conjunto de oraciones para resignificar el nacimiento de Jesús y llevar a los católicos a la renovación de la fe y a la limpieza del corazón a través de la reflexión.
¿Cuál es el orden para realizar los rezos de la Novena de Navidad?
Todos los días deberás comenzar con la siguiente oración inicial:
Bendito Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu hijo la prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, suplicando por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente.
Amén
Posteriormente deberás continuar con la plegaria dedicada a la familia, que es la siguiente:
Señor, haz de nuestro hogar un sitio de tu amor. Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión. Que no haya amargura porque Tú nos bendices. Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas. Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón. Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia ti en tu diario vivir. Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio. Que cada noche nos encuentre con más amor. Haz Señor con nuestras vidas, que quisiste unir, una página llena de ti.
Haz Señor de nuestros hijos lo que anhelas, ayúdanos a educarlos, orientarlos por tu camino. Que nos esforcemos en el apoyo mutuo. Que hagamos del amor un motivo para amarte más. Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro nos conceda el hallarnos unidos para siempre en ti.
Amén.
Ahora, toca el rezo dedicado a la Virgen María:
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya, te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado hijo.
¡Oh dulcísima madre!, Comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardaste tú, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Amén.
Posteriormente, continúa el rezo a San José:
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan soberanos misterios y los adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en fervoroso deseo de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Amén.
Una vez terminados estos rezos, se comienza con la meditación del día y la oración al Niño Dios, que es la siguiente:
Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en ti, ¡oh Jesús!, que eres la misma verdad, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada.
Concédenos por los méritos infinitos de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a ti, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica.
Amén.
Esta es la última parte de las actividades del día en la Novena de Navidad, pues posterior a esta oración al niño Dios, se realizan los cantos tradicionales que expresan el anhelo por la llegada del Salvador. Considérala una oportunidad que te lleva a la reflexión sobre la fe.