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Ya no sorprenden a vecinos ejecuciones, robos, narcomenudeo…

Se normaliza la violencia en las “favelas” de la GAM

La alcaldía está en el segundo lugar en incidencia delictiva; colonias Ampliación Gabriel Hernández y Cuautepec, con condiciones propicias para la comisión de ilícitos

La colonia Castillo Grande forma parte de las “favelas” de la Gustavo A. Madero.Foto: Eduardo Cabrera / La Razón
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Hace unos días, varios sicarios que viajaban en motocicletas asesinaron de diez balazos a un hombre de aproximadamente 57 años de edad durante la madrugada en la calle Cabo Catoche, ubicada en la parte más alta de la Ampliación Gabriel Hernández, esta intrincada colonia construida sobre las faldas de un cerro que, por sus características, bien podría compararse con las favelas de Río de Janeiro.

Con calles angostas, torcidas y muchas de ellas llenas de interminables escaleras de concreto, la colonia Ampliación Gabriel Hernández pertenece a la alcaldía Gustavo A. Madero, la segunda con mayor incidencia delictiva de las 16 demarcaciones de la Ciudad de México.

La ejecución de Cabo Catoche “ya no sorprende” a los habitantes del norte de esa alcaldía capitalina, para quienes la violencia se ha vuelto parte de la vida diaria.

A poco más de una hora de camino de esa colonia está localizado el barrio de Cuautepec, otro de los focos rojos. En este sitio la vista es similar: calles grises de cemento que van de subida y solitarias, autos abandonados, paredes pintadas con grafiti y, de fondo, los cerros llenos de casas.

En una esquina, un grupo de jóvenes, ninguno mayor a los 25 años, ríe a carcajadas entre el olor de la marihuana que consumen a plena luz del día. Es la mañana de un jueves de marzo, pero en este lugar esa estampa es una imagen “común” para los habitantes del lugar.

Ahora hay mucho chamaco, que uno ve drogados o vendiendo, mucho chamaco que pierde la vida en cosas así, da tristeza; o se sabe muy seguido de balaceras, los robos, mucho robo hay aquí

Rosa
Vecina de Ampliación Malacates

Un joven de 28 años, quien solicitó no dar su nombre por seguridad, asegura que la delincuencia “sí está normalizada” en la zona, y que ver a personas jóvenes drogadas en las calles es sólo la superficie de todo lo que aqueja a los habitantes en su día a día.

A las calles de difícil acceso las acompañan todo tipo de delitos y actos violentos: narcomenudeo, golpes, gente tomando en la calle, pleitos, asaltos, balaceras: “De todo se entera uno en estas calles, los que crecimos aquí lo vivimos de toda la vida”, explica.

Lo mismo ocurre en colonias aledañas, como la Castillo Grande, un cerro urbanizado contiguo a Cuautepec en donde ocurre de todo en su laberinto de callejones.

En el primer bimestre de este año, los delitos cometidos en esa alcaldía aumentaron en 6.3 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado. De acuerdo con la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJ-CDMX), entre enero y febrero de 2021, se cometieron tres mil 316 delitos en la GAM. Para el mismo periodo de este año, la cifra aumentó a tres mil 526.

Mientras que en febrero del año pasado se cometieron 17.3 delitos por cada kilómetro cuadrado de la demarcación, un año después, el mes pasado, el órgano de justicia registró la comisión de 18.7 delitos por cada kilómetro.

Para nuestro entrevistado, que ha vivido en esta zona de la capital desde que era niño, no existe la justicia porque aquí uno se puede encontrar “de todo, excepto con la autoridad”, pues pocas veces se observan “polis” o patrullas haciendo rondines.

A la inseguridad y a la violencia que padecen los habitantes del noreste de la alcaldía, se suma otro problema del día a día: el transporte para dirigirse a la zona centro de la ciudad a realizar sus actividades cotidianas.

Rosa, una mujer de unos sesenta años, se sube al colectivo a la altura del Reclusorio Norte, en la colonia Chalma de Guadalupe, donde abunda el comercio informal, y todo tipo de artículos y alimentos para aquellos que van a visitar a alguien al penal.

La mujer va rumbo a la colonia Ampliación de Malacates, donde vive junto a dos de sus hijas y un nieto.

Cansada, con bolsas en mano, asegura que esa zona de su alcaldía “claro que le da miedo”, pero después de tantos años de habitar allí, “se hace callo”, porque uno “a todo se acostumbra”, y la violencia no es la excepción.

Desde su perspectiva, todas las colonias “en las faldas de los cerros” han sido propicias para la delincuencia, pero asegura que en los últimos años “se sabe más que antes”.

Ella, como la mayoría de los habitantes de la zona, ha padecido desde que era niña los estragos de una incidencia delictiva que parece eterna.

“Ahora hay mucho chamaco, que uno ve drogados o vendiendo, mucho chamaco que pierde la vida en cosas así, da tristeza; o se sabe muy seguido de balaceras, los robos, mucho robo hay aquí”.