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Daniel Guzmán: Dibujar para leer el mundo

ESGRIMA

Daniel Guzmán: Dibujar para leer el mundoFoto: Parménides Zatarain
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Daniel Guzmán se considera a sí mismo un dibujante-lector. Egresado de la Escuela de Artes Plásticas, ha explorado en la expresión gráfica las obsesiones que encuentra en la literatura y la lectura. Sus influencias principales oscilan entre la cultura popular capitalina, el punk, el cine de terror y el crepúsculo de las ideologías. También fue bajista del grupo de rock Los Pellejos y tiene un par de perras que gritan como desquiciadas cuando uno entra y sale de su casa. Vive actualmente en Guadalajara.

¿Podrías hablarnos un poco de tus orígenes?

Nací en la Ciudad de México en 1964, en la muy popular Colonia Doctores. También tengo origen oaxaqueño, ya que mi madre era oriunda de Yosondúa, el último pueblo de la Mixteca Alta. Era una odisea llegar allí, había que tomar un camino de terracería en camiones de segunda para lograrlo. Mi identidad se comparte entre ambos sitios. Mi padre fue zapatero en Tepito y luego trabajó en la industria textil. Mi madre era secretaria de una dependencia pública de salud, donde trabajaba con invidentes.

¿Cómo describes la vida en tu colonia?

El barrio de la Doctores es muy interesante porque está pegado a la colonia Obrera y la Buenos Aires, famosa por su venta (y robo) de autopartes. También está muy cerca del parque de las Artes Gráficas, del mercado Hidalgo y los baños públicos Margarita, adonde iban luchadores como El Santo, El Tinieblas, y boxeadores como Mantequilla Nápoles. Los niños nunca nos aburríamos, el Centro Histórico era la extensión natural de la colonia y pasábamos el día afuera. También había varios cines (Teresa, Maya, Titán) en la calle antes llamada Niño Perdido, hoy eje vial Lázaro Cárdenas. Mi padre y mis tíos eran cinéfilos y nos llevaban en grupo junto con mis primos.

¿Recuerdas alguna película en particular que te haya marcado?

Fue indudablemente 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Nos quedamos sin entender la película, fue todo un desafío. Era una estética y una narrativa que rompía con las historias populares o cómicas que se programaban con frecuencia. Esa película y El planeta de los simios superaron con creces todas mis expectativas: un mundo nuevo de sensibilidad se abría.

 También te acercaste al mundo gráfico a través de las historietas...

Mi padre era fanático de comprar cómics y tabloides como la revista Órbita, de un papel verde muy barato. Allí mezclaban pseudopolítica con luchadores y mujeres en bikini. Creo que este tipo de material también fue una suerte de iniciación. Estoy contaminado por lo popular.

Después ingresaste en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en la Ciudad de México. ¿Cómo podrías describir esa atmósfera?

Era curiosa, porque el campus estaba en Xochimilco, por la descentralización después del movimiento del 68. Estábamos metidos dentro de los campos de cultivo de maíz y vacas. No sabía del todo en qué me estaba metiendo, pero tuve la suerte de que mi familia considerara los estudios superiores como una alternativa valiosa. Allí descubrí la cultura que se encuentra en los museos y en las salas de concierto.

El arte mueve mucho dinero como industria del entretenimiento. Muchos intereses tienden a desviarlo

¿Consideras que hay una orfandad de sentido en el arte contemporáneo?

Si entendemos la orfandad en el arte como una búsqueda de sentido o un origen, creo que tiene que ver, en el fondo, con la relación de una comunidad. Este concepto yo lo viví muy cerca en Oaxaca, donde es muy palpable y real a través del trabajo colectivo. Al desplazarlo a la Ciudad de México se vuelve mucho más complejo.

Por ello la importancia de ser parte de grupos o colectivos. Para mí, por ejemplo, lo fue pertenecer al grupo Temístocles 44, al terminar la carrera, donde nos seguimos educando y preparando para la vida profesional. La actividad artística entendida como una nueva comunidad.

¿Piensas que el caos y el sinsentido son relevantes en tu obra?

Creo que sí, la verdad. Es también la intención de organizar ese caos de mis propias dudas. En mi quehacer busco siempre respuestas y me encuentro, sobre todo, con nuevas preguntas.

¿Crees que se puede expresar algo a través de la imagen que no sea posible verbalizar?

Creo que sí hay artistas capaces de proponer una lectura del mundo que no atraviesa por el lenguaje verbal. Ya los surrealistas y dadaístas exploraron el inconsciente, abriendo una nueva ventana. En referencias más contemporáneas podría mencionar a Philip Guston y Mike Kelley, con cuyas propuestas guardo afinidad.

Háblanos de tus lecturas, veo una biblioteca entera aquí en tu taller...

Mira, aquí está Borges, con quien tuve un encuentro temprano como lector. En casa de mis padres no había libros, pero en el bachillerato tuve buenos profesores que me iniciaron. Me fascina de Borges que además de ser un erudito, se inventa lecturas dentro de sus historias y con ellas crea un mundo altamente sugestivo. También tenemos a Mark Fisher, un teórico que se suicidó hace unos años. Me parece muy interesante que su lectura de la sociedad se acompañe de la música punk y electrónica, como si fueran una suerte de centros gravitacionales para narrar la sensibilidad de una época. También tenemos aquí la Antología personal del argentino Ricardo Piglia, donde rescata la figura del escritor polaco Witold Gombrowicz, quien se quedó varado años en Buenos Aires. Allí aprendió español entre camareros y marinos, haciéndose poco a poco un espacio en el ambiente intelectual porteño, pero casi siempre como un marginal. También tengo varias novelas de Philip K. Dick, que han sido una influencia estética importante para mí. Recomendaría mucho la biografía que escribió sobre él Emmanuel Carrère, donde entrecruza su producción literaria con sus etapas vitales.

¿Consideras que la humanidad es una especie de experimento fallido?

Jajaja. ¿Quién lo diría? ¿Dios? ¿Los extraterrestres? En efecto, pienso que la humanidad ha llegado a una suerte de callejón sin salida, que su noción de progreso y convivencia dista de ser satisfactoria. O tal vez el mundo ya se acabó, pero no nos hemos dado cuenta. Me interesan, por ejemplo, los milenaristas, estos grupos de personas de la Edad Media que creían en el fin del mundo, que no llegaba jamás. Creo que hay algo importante allí, que todavía existe la posibilidad del mundo como una comunidad sensata y activa.

¿Crees que el arte puede ser un vinculante social para lograr esto?

Quiero pensar que sí. Pero el arte mueve mucho dinero como industria del entretenimiento. Muchos intereses tienden a desviarlo de este sentido, espero que todavía pueda moverse en esa dirección. El arte debe ser ante todo un medio para conocer al mundo y relacionarnos con él: una comunidad dentro de la diversidad.