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Arturo Damm Arnal

Del agua (2/2)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Los recursos escasos, sobre todo si satisfacen necesidades básicas, como es el caso del agua, deben usarse lo más económicamente posible: lo mínimo necesario para satisfacer correctamente la necesidad, evitando el desperdicio. ¿Cómo incentivar dicho comportamiento de parte de los consumidores?

Se pueden hacer campañas para concientizar a la gente de la necesidad de consumir solamente lo indispensable, que tendrán éxito entre las personas conscientes, y por lo tanto responsable, que desafortunadamente no son todas.

Además de esas campañas, ¿qué más puede hacerse para incentivar entre los consumidores de agua, que somos todos, un uso responsable? Recurrir al sistema de precios.

Una de las condiciones que debe cumplirse para minimizar la escasez, el hecho de que no todo alcanza para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera, y mucho menos gratis, escasez a la cual está sujeta el agua, es que el consumidor pague directamente el precio íntegro de lo que consume, precio que no es un capricho impuesto por el oferente, cuyo afán es sacar dinero del bolsillo de los consumidores a como dé lugar, sino consecuencia del costo de producción, que se genera independientemente de que el bien o servicio lo produzca y ofrezca un monopolio gubernamental o empresas privadas compitiendo entre sí.

(Dicho sea de paso: para que el precio sea el menor posible se necesita de la mayor competencia posible entre los oferentes y no hay mayor mentira que el gobierno prometiendo que proveerá algún bien o servicio gratuitamente, lo cual, dados los costos de producción, que generan precios, es imposible).

Hay quienes creen que, por tratarse del agua, que satisface la segunda necesidad más apremiante que tenemos los seres humanos, beber, la misma es un derecho, siendo un satisfactor, algo muy distinto, y que, dado que la tarea del gobierno es garantizar derechos, lo cual es cierto, éste debe proveerla gratuitamente, lo cual es imposible.

El mal político promete agua gratis para todos. El buen economista explica por qué tal promesa es una mentira y señala cuál es la condición sine qua non para incentivar, entre los consumidores de agua, el menor uso posible de la misma: que paguen directamente el precio íntegro de la misma, el que alcanza para cubrir el costo de su provisión.

Cito a @irmoralesl, exrector de la Escuela Libre de Derecho y exprocurador general de la República: “El agua en casi todas las ciudades está subsidiada. Cada metro cúbico le debe costar al gobierno alrededor de 30 pesos y se cobra aproximadamente en 10 pesos. Ahí está uno de los primeros problemas, este modelo no es de ninguna manera sustentable financieramente”. Además, “los expertos calculan que 40% del agua que entra a la red primaria y secundaria, se desperdicia en fugas. Esto se sabe desde hace años, pero hasta el momento no se ha hecho un verdadero plan para solucionarlo, excepto en aquellas situaciones en las que terminan por abrirse enormes socavones y obligan al gobierno a tomar partido”.

Aquí tenemos unas primeras reflexiones en torno al problema del agua, que no alcanza para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera, y mucho menos gratis, problema agravado por la creencia de que el agua es un derecho y de que, como tal, debe ser provista gratuitamente por el gobierno.