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Arturo Damm Arnal

Cabotaje, ¿si o no? (1/2)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El fin de la economía es el bienestar de las personas, que depende de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios a su disposición, mismos que deben ofrecerse con la trilogía de la competitividad: menores precios y/o mayor calidad y/o mejor servicio, competitividad de los oferentes que se logra por medio de la competencia entre los mismos. Más competencia igual a mayor competitividad igual a más bienestar.

Una de las tareas del gobierno en el ámbito de la economía es crear las condiciones para lograr la mayor competencia posible entre productores y oferentes, para lo cual se requiere, uno, que se permita que todo aquel, nacional o extranjero, que quiera producir bienes y servicios en algún sector de la economía, con capital nacional o extranjero, u ofrecer en algún mercado de la economía, producto nacional o importado, lo pueda hacer. Dos, que no tengan lugar prácticas monopólicas, resultado del acuerdo entre productores y oferentes para no competir, sobre todo vía precios. Tres, que los consumidores, comparando precio, calidad y servicio de bienes y servicios sustitutos, actúen en consecuencia, sustituyendo al oferente menos competitivo por el más competitivo, sustitución que, de no llevarse a cabo, impide la mayor competencia posible, la mayor competitividad posible, el mayor bienestar posible, el fin de la economía.

¿Quiénes son los primeros en oponerse a la competencia? Los productores y oferentes, para quienes la competencia es, ¡consistiendo en ello la ventaja para los consumidores¡, una amenaza porque, o se vuelven más competitivos vía menores precios y/o mayor calidad y/o mejor servicio, o serán sustituidos por los consumidores, razón por la cual buscarán que el gobierno los proteja de la misma. ¿Cómo? Una entre muchas posibilidades: prohibiendo la participación de competidores extranjeros, ya sea impidiendo que participen en los sectores de economía produciendo bienes y servicios, prohibiendo inversiones directas, ya sea prohibiendo que participen en los mercados de la economía ofreciendo satisfactores, impidiendo importaciones.

Cito el famoso pasaje de La Riqueza de las Naciones (1776) de Adam Smith: “Rara vez suelen juntarse las gentes ocupadas en la misma profesión u oficio, aunque solo sea para distraerse o divertirse, sin que la conversación gire en torno a alguna conspiración contra el público o alguna maquinación para elevar los precios”, es decir, para acordar prácticas monopólicas entre ellos, o para pedirle al gobierno que los proteja de la competencia, sobre todo de la que traen consigo las importaciones. ¿De qué se trata? Del proteccionismo, que sigue vigente.

Todo lo anterior viene a cuento por la intención de AMLO de permitir, en lo que a la aviación comercial se refiere, el cabotaje, es decir, que líneas aéreas extranjeras, que hoy en México solo pueden realizar vuelos internacionales (entre países), puedan realizar vuelos intranacionales (entre las distintas ciudades del país), intención que, tal y como era de esperarse, levantó la protesta de las líneas aéreas nacionales, que tendrían en vuelos intranacionales, que competir con las extranjeras, protesta que el gobierno, en beneficio de los consumidores mexicanos, debe ignorar.

Continuará.