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Deflación: la buena y la mala

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El Banco de México tiene metas de inflación (3% +/- un punto porcentual de margen de error), pero en ningún documento explica por qué, de entre las tres opciones con relación al poder adquisitivo del dinero (que se mantenga, que baje = inflación, que aumente = deflación), elige la inflación. La respuesta lógica es por temor a la deflación, considerada más peligrosa que la inflación, misma que se evita permitiendo o generando un poco de inflación, 3% +/- un punto porcentual de margen de error.

Que el dinero mantenga su poder adquisitivo quiere decir que, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra la misma cantidad de los mismos bienes y servicios. Que lo pierda (inflación), significa que, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra una menor cantidad de los mismos bienes y servicios. Que lo gane (deflación), implica que, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra una mayor cantidad de los mismos bienes y servicios. De las tres opciones, ¿cuál es la mejor? Deflación. ¿La peor? Inflación, precisamente la que ha elegido el Banco de México. ¿Por qué? Porque considera que la deflación es peor que la inflación, consideración producto del error de no distinguir entre la mala (que hay que evitar), y la buena (que hay que permitir), deflación, en función de sus causas.

La mala deflación tiene lugar cuando, por la reducción, producto de una política monetaria contraccionista, de la cantidad de dinero que se usa para demandar bienes y servicios, se reduce la demanda agregada, lo cual, ceteris paribus, tiene un doble efecto: i) reducción en el índice general de precios y aumento en el poder adquisitivo del dinero (deflación), algo bueno; ii) reducción en la producción de bienes y servicios, en la creación de empleos, en la generación de ingresos, en el bienestar (recesión), algo malo, como sucedió en la Gran Depresión del siglo pasado.

Muchos analistas consideran que la causa de la recesión, de la reducción en la producción de bienes y servicios, la creación de empleos, la generación de ingresos, el bienestar, fue la reducción en el índice general de precios (deflación), y no, como realmente fue, la política monetaria contraccionista, la reducción de la cantidad de dinero que se usa para demandar bienes y servicios. Entonces, para evitar la recesión, hay que evitar la deflación, para lo cual hay que permitir o generar un poco de inflación, tal y como lo hacen el Banco de México.

La buena deflación tiene lugar cuando, por el aumento en las inversiones directas, que producen bienes y servicios, crean empleos y generan ingresos, aumenta la oferta agregada lo cual, ceteris paribus, tiene un doble efecto: i) reducción en el índice general de precios y aumento en el poder adquisitivo del dinero (deflación), algo bueno; ii) aumento en la producción de bienes y servicios, la creación de empleos, la generación de ingresos y el bienestar (crecimiento), algo también bueno, por lo que ésta, la buena deflación, debería permitirse, para lo cual se requiere (ya lo explicaré en algún otro Pesos y Contrapesos), que la cantidad de dinero que se intercambia permanezca constante.

En México no solo no se permite la buena deflación sino que se permite o genera inflación, la peor opción con relación al poder adquisitivo del dinero.