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De la democracia (3/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Habiendo presentado, en los dos anteriores Pesos y Contrapesos, algunas ideas relacionadas con la pregunta ¿qué es la democracia?, toca el turno al segundo de los tres temas que quiero tratar en estas columnas, el relacionado con las amenazas a la democracia (el tercero es el de las amenazas de la democracia), misma que siempre se ve amenazada (y misma que siempre amenaza).

La primera amenaza a la democracia es la falta de demócratas, de ciudadanos dispuestos a elegir a sus representantes en las cámaras legislativas y a las cabezas de los poderes ejecutivos (recordemos la novela de José Saramago, Ensayo sobre la lucidez, continuación, en cierto sentido, de Ensayo sobre la ceguera). Entre menos gente vote más se debilita la democracia, lo que podría evitarse si votar se impone como una obligación legal, tal y como sucede en México. Leemos, en el artículo 34 constitucional que es derecho de los ciudadanos “votar en las elecciones populares” y en el 36 que es obligación de los ciudadanos “votar en las elecciones,” lo cual es ilógico porque una conducta no puede ser, al mismo tiempo, un derecho y una obligación. Y votar es un derecho, no una obligación, ni siquiera ética.

La segunda amenaza a la democracia es el fraude electoral, el sufragio no efectivo, desde la intimidación a los electores hasta la suma indebida de votos a favor de un candidato o la resta injusta en contra de otro, pasando por la compra/venta a priori de votos: dar algo a los votantes, antes de las votaciones, a cambio de su voto. Escribí a priori porque a posteriori también hay compra/venta de votos: la promesa de los candidatos de que, si votan por ellos y ganan, darán esto y aquello. La compra/venta a priori de votos implica que el candidato primero da y luego espera (habrá que ver si lo logra), recibir el voto. La compra/venta a posteriori implica que el votante primero vota y luego espera (habrá que ver si le cumplen), que el candidato, de ganar, le dé. En ambos casos, si el candidato promete algo más que la realización, honesta y eficaz, que la legítima tarea del gobierno (impartición de justicia), y todos prometen mucho más, la democracia electoral degenera en mercado electorero: se vota por quién dé (a priori), y prometa (a posteriori), dar más.

La tercera amenaza a la democracia es el apoyo de los poderes ejecutivos (federal, estatales, municipales), a los candidatos de su partido o de su coalición, lo cual inclina indebidamente la balanza a su favor y en contra de los competidores, violando la primera regla de cualquier tipo de competencia: cancha pareja.

La cuarta amenaza a la democracia es el no reconocimiento, de parte de los perdedores, de los resultados de la elección, consecuencia de lo que podemos llamar democracia a conveniencia: si gana el candidato por el que voté acepto el resultado, si no, no, posición claramente antidemocrática. La primera regla de la democracia es aceptar el resultado y esperar a la siguiente elección para intentar cambiarlo.

Estas son las cuatro principales amenazas a la democracia: la falta de demócratas, el fraude electoral, el apoyo de los poderes ejecutivos a los candidatos de su partido o de su coalición, el no reconocimiento, de parte de los perdedores, de los resultados de la elección, amenazas que no son hipotéticas sino reales. Continuará.