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Empresas del Gobierno (2/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El gobierno no debe operar empresas, tarea de empresarios, no de gobiernos, ¡y mucho menos sin afán de lucro!, lo cual da como resultado, en el mejor de los casos, que solo recuperen el costo de producción, y, en el peor, que incurran en pérdidas y en la necesidad de ser subsidiadas, necesidad que el gobierno cubre echando mano de los impuestos.

El principal objetivo que, según sus defensores, deben cumplir las empresas del gobierno es explotar recursos naturales, que son dones de la naturaleza y no del trabajo humano, y hacerlo en beneficio de todos, como es el caso del petróleo. Lo de en beneficio de todos se entiende sin afán de lucro.

Se espera que la empresas del gobierno, sin afán de lucro, exploten recursos naturales en beneficio de todos, lo cual, si no generan utilidades, resulta imposible. Si no generan utilidades, en el mejor de los casos, los ingresos obtenidos alcanzan, únicamente, para cubrir los costos de producción, no sobrando recursos para repartir en beneficio de todos. En el peor incurren en pérdidas y en la necesidad de ser subsidiadas, subsidio que el gobierno, por tratarse de sus empresas, otorga, utilizando para ello los impuestos, obligando a los contribuyentes a mantener en operación a empresas que deberían generar recursos para beneficio de todos. De ser este el caso se da un giro de 180 grados, llegándose al extremo opuesto (unos beneficiando a las empresas), del que se quería llegar (las empresas beneficiando a todos).

Una empresa que opera sin afán de lucro, cuyos ingresos solo alcanzan para cubrir sus costos de producción, no tendrá a su disposición recursos propios para, reparando y reponiendo lo que haya que reparar y reponer, consecuencia del desgsate natural de las instalaciones, la maquinaria y el equipo, seguir operando a la misma escala o para, suponiendo que existe la oportunidad para operar a una escala mayor, multiplicar su capacidad de producción y oferta. Si no cuenta con recursos propios para financiar tales gastos tendrá que recurrir al endeudamiento, con el inconveniente de que tendrá que devolver el préstamo más los intereses. Otra posibilidad es que el gobierno le otorgue subsidios, recursos que salen coactivamente, por obra y gracia del cobro de impuestos, de los bolsillos de los contribuyentes.

Al margen de las consideraciones anteriores está la pregunta de cómo utilizar los productos o ingresos de las empresas gubernamentales en beneficio de todos. La primera posibilidad es que ofrezcan sus productos al mínimo precio posible, el que alcance a cubrir sus costos de producción, sin ningún afán de lucro, con todos los inconvenientes que ello trae consigo. La segunda es que los ingresos obtenidos por la venta de los productos se utilicen para la provisión de ciertos bienes como caminos, escuelas, hospitales, etc., para lo cual conviene que los ingresos sean los mayores posibles, para lo cual las empresas deben operar con afán de lucro. El problema es que con las dos opciones anteriores no se beneficia a todos, sino solamente a los consumidores del producto que la empresa ofrece, o a quienes utilicen esos hospitales, escuelas, caminos. En ambos casos los beneficiados distan de ser todos los ciudadanos. Entonces, ¿cuál es la manera de que las empresas gubernamentales beneficien a todos?

Continuará.