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Arturo Damm Arnal

Del salario (2/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En el anterior Pesos y Contrapesos vimos que en octubre pasado 18,732,162 personas ocupadas, 32.07 de total de la población ocupada, percibió hasta un salario mínimo, es decir, hasta 172.87 pesos diarios, que alcanza para pagar solamente el 44.06 por ciento del precio que debe pagar un jefe de familia para adquirir la canasta básica, alimentaria y no alimentaria, del CONEVAL, por lo que dicho salario no cumple con lo que debe cumplir, según lo establecido en el artículo 123 constitucional: “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”.

Lo establecido en el artículo 123 de la Constitución (que al trabajador, en su calidad de jefe de familia, debe pagársele según sus necesidades), ¿es correcto? No, por más que sea deseable. Una cosa es lo deseable y otra lo posible.

Ojalá y a la gente se le pudiera pagar según sus necesidades, comenzando por las básicas, aquellas que, de quedar insatisfechas, atentan contra la salud, la vida y la dignidad. Si fuera posible se acabaría con la pobreza. Sin embargo, no se nos puede pagar según nuestras necesidades y, si se pudiera, no convendría, porque simple y sencillamente dejaríamos de trabajar.

Supongamos que a partir del semestre que entra, la universidad en la que trabajo, decide pagarme según mis necesidades y no según las clases que imparta, es decir, según mi trabajo. Si así fuera, ¿qué necesidad tendría de trabajar, si no me pagarían según las clases impartidas sino según mis necesidades, para lo cual bastaría que me dieran la cantidad de dinero necesaria para comprar mi canasta de bienes y servicios, todo ello a cambio de nada, solamente en función de mis necesidades? Si tal práctica se generalizara, y a todos se les pagara según sus necesidades, y no según su trabajo, según su producción, oferta y venta de bienes y servicios, no habría quien trabajara, quien produjera, ofreciera y vendiera satisfactores, por lo que no se generaría ningún ingreso, que es el producto del trabajo, por lo que no habría con qué pagarle a la gente según sus necesidades, por lo que dicha pretensión es imposible de llevar a la práctica, por más que sea deseable. Va de nuevo: una cosa es lo deseable y otra lo posible, sobre todo en economía.

Tu lector, ¿estarías dispuesto a pagarle un salario a un total y absoluto inútil, incapaz de realizar ningún trabajo, es decir, de ayudarte, por medio de la producción de algún bien o servicio (por ejemplo: trabajo de jardinería), a satisfacer alguna de tus necesidad (por ejemplo: tener en buen estado el jardín de tu casa), total y absoluto inútil que, sin embargo, tiene necesidades que satisfacer? ¿Estarías dispuesto?

La sentencia quien no trabaja no come no es prescriptiva (no manda lo que debe ser), sino descriptiva (declara lo que es). No basta tener hambre (necesidad), para disponer de comida (satisfactor), misma que es consecuencia del trabajo (producción). Por eso quien no trabaja no come o, reformulando el aforismo, si alguien no trabaja nadie come. No hay manera, cuando de satisfacer necesidades se trata, de esquivar el trabajo.

Mañana una interesante digresión sobre el tema.

Continuará.