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Arturo Vieyra

¿La inflación publicada es un dato creíble?

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La inflación sigue ocupando un lugar estelar en la escena económica mexicana y mundial. Los avances logrados hasta ahora, aunque van en la dirección adecuada hacia la desinflación, son a todas luces insuficientes. Las presiones siguen latentes en varios frentes, particularmente en el caso de México, los resultados tienen un alcance menor que, por ejemplo, en Estados Unidos.

Mayor pesimismo genera la reciente trayectoria de la inflación en el ciudadano menos avisado en cuestiones económicas, cuyas dudas en torno a las estadísticas son persistentes. Continuamente vemos un escepticismo muy acentuado en la gente cuando escucha que, por ejemplo, la inflación en México alcanzó una tasa anual de 7.1% en la primera mitad de marzo. Pareciera muy poca inflación frente a la percepción de buena parte de la población.

Sin embargo, debe tenerse muy claro que una de las estadísticas con mayor rigor analítico y metodológico que se realizan por el Inegi es justamente el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), cuyo grado de confianza es de los más altos, incluso, a nivel internacional.

Entonces, surge la pregunta de por qué la incredulidad en torno al dato de inflación. Básicamente es porque se desconoce la naturaleza del INPC. Debe tenerse en cuenta que se trata de un índice promedio de precios de mercancías y servicios a nivel nacional; es decir, refleja el crecimiento promedio (ponderado por la cantidad demandada medida principalmente por la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares) de los precios en múltiples ciudades y productos a un mismo tiempo, que vale decir, es como si un consumidor “típico” comprara todos esos bienes y servicios a un tiempo.

El Inegi para evaluar el comportamiento de la inflación recolecta periódicamente de alrededor de 328 mil cotizaciones referidas a 120.4 mil productos y servicios agrupados en 299 genéricos. Por tanto, dado que las canastas de consumo individuales y de grupos sociales (v.g. por estrato socioeconómico) son diferentes, la inflación de cada uno de ellos será diferente al INPC.

Esto nos lleva directamente al otro aspecto que afecta la percepción de la inflación medida por el Inegi. Se refiere a la frecuencia del consumo. En este caso, los productos alimenticios, y más los frescos, tienen una frecuencia en su consumo mucho mayor que otros (v.g. automóviles, servicios de turismo, boletos de avión, etc.), y como hemos reseñado en este espacio, los alimentos son los bienes que más se han encarecido desde el año pasado, así de entrada, la gente percibe que la inflación es mayor que la reportada.

En efecto, aunque las fuentes de presiones inflacionarias externas han cedido (mejoran las cadenas de distribución, los precios de la energía están estables y los costos de flete han caído), el actual proceso inflacionario tiene una de sus fuentes principales en el encarecimiento de los alimentos que, respecto al año anterior se han incrementado mucho más que la inflación general.

Ello ha generado distorsiones muy importantes en los patrones de consumo, afectando a los segmentos de la población más vulnerables. Mientras menor es el ingreso, mayor proporción del gasto se destina a la compra de alimentos y, por lo tanto, cobra mayor fuerza el sentimiento de una inflación mayor, porque, en efecto su canasta de precio crece más. Así la percepción de la gente no es del todo equivocada.