a

Bernardo Bolaños

Los chats de niños

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Las leyes en el papel son cada vez más duras contra violentos y abusadores sexuales, pero la tecnología es cada vez más eficaz para mostrar violencia y sexualidad impropia.

La agresión física y verbal a las mujeres se prohibe con más severidad en el Código penal, pero los niños de secundaria, e incluso primaria, se envían en chats del teléfono “stickers” peor que machistas. Que un tipo levante como Hulk un árbol de Navidad y se lo arroje a la esposa puede causar pocas risas a adultos, pero si suficientes lo difunden, luego ese “sticker” se convertirá en el más chistoso y popular de los chats de niños, por ser una mezcla de Tom y Jerry con personas reales.

Vivimos un choque de corrientes. Los menores usan lenguaje sexual en los chats, a imagen y semejanza de sus papás y hermanos, pero las leyes penales hoy persiguen severamente las conductas sexuales de los jóvenes (recientemente se reformaron leyes federales y locales para castigar con varios años de cárcel las relaciones sexuales consentidas entre dos personas de, digamos, 19 y 17 años, porque la segunda es menor de edad).

Escucho a algunos lectores decir: “¡Los irresponsables son quienes les dan teléfono a niños y dejan que estén en chats!”. Ignoran que esa tecnología se emplea también para trabajos en equipo y que el teléfono es una herramienta para que los papás cuidemos a distancia a nuestros sus hijos.

Contra esas críticas, además, está otro argumento: el riesgo de aislamiento y de formar a personas reprimidas. Es un lugar común, tras un tiroteo en Estados Unidos, leer: “el perpetrador no tenía amigos, era una persona muy callada”. Es válida la evasión a través de la imaginación y del juego (ahí está la historia de Narnia), pero no la soledad que corroe. Ante el fantasma de esta última, algunos papás prefieren tener hijos precoces antes que asociales y con trastornos de comportamiento por deprivación social. Y recordemos que la pandemia los aisló durante buena parte de su vida.

Circulan dos corrientes opuestas: una libertina y una puritana. El choque de ambas provoca confusión en las mentes tempranas. Igual que la anorexia y la obesidad mórbida pueden surgir de trastornos del comportamiento producto de la colisión de dos tendencias, la que promueve comercialmente la comida chatarra y la que erige un culto al cuerpo sano y atlético.

En resumen, discutamos el tema de los chats de niños y adolescentes. Una propuesta es que los partidarios de las corrientes opuestas tomen en cuenta a la otra. Los diputados no deberían creer que pueden construir el castillo de la pureza en códigos de papel. Y los papás deberíamos ser más críticos de los contenidos violentos u obscenos que acaban circulando entre niños, pues no son anodinos. Se trata, entonces, de reducir la polaridad de esos torrentes de significado. Porque la contradicción nos paraliza y confunde. Nuestra mente necesita estructuras que la guíen y no puede construirse a partir de ingredientes incompatibles que nos construyan como libertinos y puritanos al mismo tiempo.