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Bibiana Belsasso

“Toda mi obra es una pintura muy visceral y sin límites”

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En el antiguo Colegio de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se presenta la  magna exposición del pintor oaxaqueño Sergio Hernández, con quien recorrimos la exposición.

Hasta el próximo 28 de enero de 2024 podrán visitar la exhibición más importante y completa que el artista ha mostrado en los últimos años, donde se exponen 143 pinturas de más de dos décadas de trabajo artístico.

SERGIO HERNÁNDEZ (SH): Esta exposición está dividida en cuatro temas, uno es los códices y mi interés en el Centro Histórico. Yo estudié en la Academia de San Carlos, aquí muy cerca, y también en esta calle donde está el Templo Mayor había armerías. Cuando yo era chico venía con mi familia y después, al descubrir el Templo Mayor, me invitaron con el arqueólogo Matus a ver los hallazgos que acababan de descubrir y me entusiasmó mucho, es como una memoria ancestral de cómo eran las cosas en esa época. En los hallazgos habían, me acuerdo, caracoles, jades, unos Tláloc hechos de amaranto con cera, todo eso me entusiasmó y todo eso lo empecé a estudiar. Aquí hay un mapa de la Ciudad de México, en donde está Tenochtitlán, hice tres cuadros de estos, uno de ellos está en el Centro Cultural de México en España, el otro es éste y hay uno al final. Inicio con esto porque así empecé mi carrera, prácticamente en el Centro Histórico. En la parte de códices hay uno que pertenece al de Michoacán, y son los personajes que aparecen en este mundo mágico, trágico de invasiones, de guerras, de luchas, y describe esto que era Michoacán, guerreros, me recuerda una cueva en donde suceden muchas cosas y hay un autorretrato por ahí mío y todo está elaborado en agua fuerte y punta seca.

P: Además, vemos unos cuadros con mucha influencia japonesa.

SH: Por mi viaje a Japón, ahí los templos tienen oro y, sobre todo, los budas, en general los biombos y el Templo de Oro que se encuentra ahí, es como un medio para restaurar lo que se rompe.

P: Para unir lo que se rompe, ¿no?

SH: Hay que unir lo que se ha roto, en oro, y darle una belleza, esto que estuvo roto y volverlo a unir. Me estoy rehaciendo a mí mismo. Sí, perdí mi sombra y ahora la estoy encontrando.

P: ¿Cómo se encuentra la sombra?

SH: Estoy trabajando en eso, porque resulta ser que les tengo que confesar algo que es muy interesante, yo creo que para todos. Para la gente que no tuvimos límites en nuestra infancia y no tuvimos límites en nuestro entorno, crecimos demasiado y es muy peligroso, porque no tenemos límites en comer, en tomar, en pintar; entonces, yo me di cuenta ayer que había empezado a las seis de la mañana y era la una de la noche y seguía pintando, eso merma mi salud, tengo que tener una disciplina y un orden, o me voy a una fiesta y no me importa, y todo esto va mermando la salud, la mente, hay que ser un poco organizados y yo no lo fui en toda mi vida, o sea, toda esta obra que ven es una pintura que sale de las entrañas, muy visceral y sin límites.

El artista oaxaqueño muestra su obra en el Museo de San Ildefonso, el 9 de agosto.Foto: Cuartoscuro

P: Otro de los temas que está presente en mucho de tu obra es la violencia.

SH: Bueno, es la que he vivido, en Oaxaca, esta exposición fue en 2006. Fue un momento en Oaxaca, yo lo viví, de repente descubrí que estaba dentro de una guerra, prácticamente civil y anárquica. Entonces pinté una serie de cuadros, como este azul, que era un cuadro sobre el muro de la ignominia, son los nombres de los primeros caídos en esta lucha. Y estos dos, la bandera roja y negro son helicópteros y el caserío que cae encima, estuvieron aventando, o sea, parecía que era una especie de deporte del gobernador, aventar bombas molotov ahí a las casas, alguna vez me cayó una dentro…

P: ¿Dentro de tu casa?, ¿en el centro?

SH: Sí, en el centro, y ahí descubrí que con una Coca Cola en los ojos ya te salvaba un poco el ardor, ¿no?

P: Dejemos la violencia y platícanos de la museografía de esta exposición que está tan bien hecha.

SH: Sí, la hicieron aquí, Eduardo Vázquez y todo su equipo de museógrafos. Fue muy interesante porque fue una invitación que se me hace muy, digamos, no podíamos reunir toda la obra porque ésta es la cuarta parte de todo lo que tengo, y entonces, como no podíamos pedir prestado a coleccionistas, porque no teníamos tiempo. En esta sala tenemos una serie de tablas en lo que le llaman MDF, o sea, tablas de triplay, doradas en oro, esgrafiadas con una gurbia, como si las fuera yo a imprimir, muchas de estas tablas están impresas, pero al descubrir que esas tablas las podía yo seguir trabajando, ya no como matrices para grabados sino en sí mismas, empecé a dorarlas, a esgrafiar y a sacar el negro que estaba abajo tallándole o poniéndole ceniza. Estos son los ajolotes y este mundo del salvaje, que es curioso, porque después de leer el libro de El salvaje y todos los mitos del salvaje, me doy cuenta que estoy viviendo adentro del cuadro y en el país en el que vivo, vivo el salvaje dentro del país.

P: Sergio, estás trabajando con mezclas de muchas cosas, dicen que es como una alquimia, una magia, que incluso tiene pieles de serpientes.

SH: Sí, bueno, en los plomos. Aquí está la alquimia, el plomo, blanco de plomo, placas de plomo, en donde hago… siempre trato que el cuadro trabaje solo. En estas placas, esta es una influencia japonesa también, es un balde de agua. Son placas de plomo, que son muy pesadas, con vinagre, puestas una encima de otra, el principio de la alquimia es: lo que está abajo está arriba, entonces, todos los cuadros de plomo están hermandados en tres meses, cocinándose solos, se dibujaron solos, yo lo único que hice fue poner unas pieles de cocodrilo, como estas, unas hojas y palmeras, aquí están las pieles, las recorté y las puse y tiré el lapislázuli, la malaquita, el azul egipcio, nada más, y las llené de vinagre, las puse ahí y solos se dibujaron.

P: Te gustan mucho los cocodrilos, una amiga que tiene en su comedor un cocodrilo larguísimo, gigante, tuyo, preciosísimo.

SH: Sí, viene de un cuento muy bonito de Álvaro Cunqueiro, que es el primer médico de la Meca, es el que cura con cocodrilos, con los huevos de cocodrilo, y está en un librito que se llama Tertulias de brujos y curanderas, y entonces, en toda Europa, sobre todo en Portugal, con los corchos que hacen para boticas, es un cocodrilo y viene de la medicina árabe y entonces el cocodrilo, no sé cómo llegó a mi casa unas pieles y Toledo, me acuerdo que les hizo unos hoyos y se hizo unos autorretratos eróticos, y yo le decía: “¿Pero qué hiciste con mi cocodrilo?”, y dije: “Pues ahora lo pongo en las placas de plomo”. En otros puse el lotus, que es una flor que me gusta mucho. El hallazgo del plomo fue para mí encontrar lo más difícil del pintar por todos los pintores, que es pintar el blanco.

P: ¿Algo más que quieras agregar?

SH: A mí lo que me gustaría es que vinieran bastantes niños, que los traigan de las escuelas, si no de las escuelas, pues que vengan solos. Que vengan a ver esta experiencia, compartir la experiencia de pintar.