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Bibiana Belsasso

La novia ensangrentada

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Este fin de semana hubo nuevamente 243 asesinatos en tan sólo tres días. En muchos de los casos no estamos hablando, como se dice, de personas allegadas al crimen organizado y que son ajustes de cuentas entre ellos. Si bien hay gente que está metida en temas complicados y que su vida tiene más posibilidades a sufrir un atentado, cada día estamos viendo a gente que lejos está de esos personajes, que gente inocente está siendo asesinada. Algunos por confusión, otros, por estar en un fuego cruzado.

La imagen de una joven vestida de novia con el traje todo ensangrentado, que circuló este fin de semana, parte el corazón. Marco Antonio González Contreras tenía 32 años, era un ingeniero en sistemas de computación, que vivía en Guadalajara, aunque era originario de Durango, y desde hace un año había planeado su boda religiosa, la cual sería en la iglesia La Candelaria, en Caborca, Sonora, de donde era su prometida.

La mañana del sábado 22 de octubre pasado llegó a esa ciudad sonorense para casarse, pensando en el giro que daría su vida; sin embargo, ese momento quedó truncado. Cerca de las 9:30 de la noche, mientras estaba con familiares y su novia afuera del templo, tras contraer nupcias, un hombre se le acercó y le disparó en cinco ocasiones.

La escena es terrible, paramédicos tratando de resucitar a Marco Antonio, la recién esposa en estado de shock, llena de la sangre de su amor.

Al siguiente día, el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, fue cuestionado por este hecho durante un evento e indicó: “No hay mayor motivo para un ánimo de psicosis, hay que tener los cuidados normales que se tiene en cualquier otra ciudad, las primeras líneas de investigación apuntan a que fue un ataque dirigido específicamente contra la persona que lamentablemente perdió la vida, eso no es por sí solo incriminatorio, por supuesto, significa que no es que le pueda suceder a cualquiera, el atentado fue dirigido particularmente contra esta persona”.

Si la imagen de una novia ensangrentada, porque acaban de asesinar a su recién esposo, no debe causar psicosis, entonces, como sociedad, ¿qué nos debe alarmar? Se nos está pidiendo consciente o ineficientemente que normalicemos la violencia.

Para la madrugada del 24 de octubre, la Fiscalía estatal indicó que “el ataque directo a Marco Antonio iba dirigido a otra persona, quien el mismo día contrajo nupcias en otra ciudad y que podría ser el móvil de la agresión”.

La vida de Marco Antonio terminó por la confusión del sicario, quien permanece prófugo. Imagínense la vida de esa muchacha y de toda su familia, después de un hecho así.

Otro caso, en otro estado. La madrugada del pasado 20 de octubre, ocurrió una balacera en Guachochi, Chihuahua, donde tres civiles, que pasaban por la zona, perdieron la vida por heridas de balas durante un enfrentamiento entre miembros del crimen organizado y elementos del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional. En esa ocasión, 12 personas fueron detenidas.

INOCENTES, ASESINADOS POR CONFUSIÓN

Paramédicos acudieron al llamado de auxilio, luego del ataque al novio, el sábado, en Caborca.Foto: Especial

En tanto, el 16 de octubre, una pareja de adultos mayores y un veterinario fueron asesinados en un fuego cruzado ocurrido en Jerez, Zacatecas, donde dos grupos criminales, que disputan la zona, comenzaron un enfrentamiento.

Las víctimas se dirigían a la cabecera municipal para revisar las condiciones de su ganado. La mujer murió al llegar al hospital, mientras que su esposo falleció al instante, debido a que recibió siete impactos de bala.

En estos fuegos cruzados, los menores de edad también son víctimas. De acuerdo con los reportes de diarios del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre diciembre de 2018 y mayo de 2022 fueron privados de la vida, de manera violenta, 8 mil 336 niñas, niños y adolescentes, de los cuales 74% están relacionados con estos hechos.

Tan sólo de enero a mayo de este año, 451 infantes perdieron la vida por distintos sucesos violentos, de los cuales, la estimación es que 338 fueron víctimas del fuego cruzado entre grupos criminales.

Guanajuato encabeza la lista, con 57 menores víctimas de la violencia armada que se registra en el país. En segundo lugar aparece Michoacán, con 47 infantes asesinados; en tercero, Zacatecas, con 46 víctimas; le sigue Estado de México, con 43, y en quinto sitio se ubica Guerrero, con 26 muertes.

Uno de los datos que estremecen es el reportado a finales de junio de este 2022, cuando se contabilizaron al menos 10 menores asesinados en diversos estados, de acuerdo con los datos de las fiscalías locales y dados a conocer en distintos medios.

Y otro dato que enciende los focos rojos son los informes revelados en Fresnillo, Zacatecas, donde cuatro menores de edad han sido asesinados en este año en lugares públicos en medio de balaceras.

Uno de los casos que más conmocionó fue el del niño Caleb, de tres años, quien murió cuando estaba dentro de una iglesia y sujetos armados abrieron fuego contra un hombre que intentó refugiarse en el templo.

Y en el municipio de Guadalupe, cinco pequeños perdieron la vida en ataques directos cometidos en sus viviendas.

Pero también son asesinadas madres quienes han perdido a un hijo o hija y los están buscando.

El caso que me viene en mente es el de Blanca Esmeralda Gallardo, asesinada por hombres armados cuando se dirigía a su trabajo, en la colonia Villa Frontera, de la ciudad de Puebla.

La activista, integrante del colectivo La Voz de los Desaparecidos, llevaba más de un año buscando a su hija, Betzabé Alvarado, de 22 años, que fue vista por última vez en enero de 2021, junto con una amiga, en los límites de Puebla y el vecino estado de Tlaxcala.

Este caso fue condenado por la Oficina del Alto Comisionado en México de la ONU, que llamó a las autoridades mexicanas a dar con los responsables y a evitar que quede en la impunidad este homicidio.

En agosto pasado, otro caso puso en alerta a los colectivos de desaparecidos, cuando la madre buscadora Rosario Rodríguez fue asesinada en el municipio Cruz de Elota, Sinaloa. Su caso se sumó a los homicidios de Ana Luisa Garduño Juárez, en enero, y de Brenda Jazmín Beltrán Jaime, en julio.

¿Qué nos está pasando en México? Son tantos los asesinatos que se suceden todos los días, que no estamos dimensionando la magnitud de la tragedia. Y ninguna autoridad, de los distintos ámbitos de gobierno, parece expresar su preocupación; para ellos es mejor minimizar el hecho de estas muertes.

¿Y la justicia cuándo llega? Nunca, porque nada puede resarcir el hecho de que una madre pierda a su hija; que, a una novia, el día de su boda, le maten al esposo porque “lo confundieron”, o que un padre periodista salga de su casa y lo maten a él y de paso baleen a su hija, entre tantas historias de terror que se viven en México.