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Reinaldo Arenas, 80 años

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Releo siempre a Reinaldo Arenas (Holguín, Cuba, 16 de julio, 1943-Nueva York, 7 de diciembre, 1990), mañana cumple 80 años: escribo cumple y descarto el subjuntivo cumpliría: Reinaldo sigue latiendo en mí: lo percibo antes del alba y antes que anocheza. Todo se lo debo a él. Cuando yo era un jovencito de 16 años, se convirtió en mi mentor literario: me acarreó al cosmos de Faulkner, Onetti, Donoso, Rulfo, Carpentier, García Márquez, Vargas Llosa y en la poesía del Siglo de Oro Español, Baquero, Lezama, Eliseo Diego, García Marruz y Virgilio Piñera.

Aquí tengo su dedicatoria en Celestino antes del alba: “Carlos, no nos une el amor, sino el espanto: es por eso que te quiero tanto”: yo todavía no me imbuía en los libros de Borges: estas palabras sirvieron de pretexto para irme a la Biblioteca Nacional José Martí a buscar las publicaciones del argentino, las cuales estaban clasificadas con el sello CD (Circulación Detenida). Recuerdo, Reinaldo, aquel regalo que me hiciste en mi cumpleaños 17: El informe Brodie (Emecé Editores, 1970), libro que te cedió un escritor español de visita en La Habana y tú decidiste dármelo como ofrenda por mi aniversario.

Se agolpan en mi memoria nuestros encuentros por la Habana Vieja, por el Malecón, por las playas de Miramar, por la Rampa, por la librería La Moderna Poesía. Me llevaste una tarde a la calle Trocadero, me presentaste a José Lezama Lima: qué instante aquel cuando el autor de Paradiso me estrechó la mano, me invitó a sentarme a su lado y fui testigo de su respiración asmática. 

Reinaldo, regresar a La Habana coronaría en parte los deseos: cierta vez lo comentamos. Ahora en tu cumpleaños 80, sueño que retornamos a la Ciudad: vamos tomados de la mano y desandamos por los puentes y el puerto. Es de noche, la luna de Fortunato nos alumbra. Amanece, los árboles con los designios de Celestino ya los cercenó el abuelo. En el mar Héctor canta. Fray Servando está encadenado en la prisión del Morro. La Habana es una mujer cansada, ya no tiene gracia caminar por Trocadero ni por 12 y 23 donde no converge la furia de la llovizna. 

Es julio de 2023, se cumplen 33 años de aquella carta donde escribiste: “Al pueblo cubano tanto del exilio como en la isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Ya yo lo soy”. Te quedaste perseverante y rabioso en los instantes del sudor de tus manos. Camino por la bruma de una Habana metafórica, extraviada en el espejismo del retorno: la cadencia azorada de tu palabra ha quedado impregnada en la caliza de los muros. 

Leo tus últimas cartas desde Nueva York. “Siempre he padecido por tener —y querer tener— muchos deseos de vivir. Eso puede costarnos la vida o la libertad, pero la misma vida sólo vale por la intensidad con que hayamos vivido, no por los lloriqueos y lamentos con que la empañamos. Pido al cielo una muerte fulminante y súbita antes de llegar a la vejez llorona. Ese deseo me será concedido”: me revelaste en una postal de agosto de 1989. Advierto las razones de tu asombro ante “Palabras escritas en la arena por un inocente”, de Baquero, y el júbilo cuando leíamos “Para entonces” de Gutiérrez Nájera.   

Portada "Antes que anochezca"Foto: Especial

Portada "Antes que anochezca"

  • Autor: Reinaldo Arenas
  • Género: Memorias
  • Editorial: Tusquets, 1992